FERNANDO EN ORIENTE MEDIO

Queríamos inicar el viaje en Oriente Medio por varias razones. En primer lugar, por escapar del crudo invierno de Europa y disfrutar de un clima más suave (que ignorantes nosotros, como enseguida ibamos a descubrir). También era una zona perfecta para iniciar una cruzada cultural que es lo que ansiábamos en primer lugar al abandonar España. Esa ansiedad por conocer y aprender es lo que más pesó para elegir esta zona del mundo donde no se dan dos pasos sin encontrarse vestigios de culturas milenarias que incluían griegos, romanos, fenicios, nabateos, persas, asirios, etc… y que supone una orgía cultural que cuesta digerir en un tiempo tan limitado como estuvimos.

Por último influyó en nuestra decisión de conocer esta convulsa zona del mundo precisamente esa agitada realidad política y social que conocemos por los medios de comunicación occidentales, y que muestra una imagen injusta de peligro permanente y población exaltada. Unos meses antes de nuestra partida había comenzado la guerra de Irak (la invasión del país por parte de Estados Unidos apoyado por algunos dirigentes como nuestro presidente Aznar). Cuanto más presenciábamos, en los meses previos al viaje, la satanización que del islam y de las resistencias iraquí y palestina hacían los medios de comunicación, más nos pedía el cuerpo inmiscuirnos en esta zona del mundo tan castigada.

Buscando a través de Internet la forma más barata de llegar en avión a la zona, habíamos comprado un billete con una compañía charter alemana a Munich, y de allí a Antalya, en el sur de Turquía, pasando un día y una noche en esta ciudad de Baviera (el billete completo hasta Antalya costó 150 euros/pax). Además mi amiga Claudia estaba pasando allí unos días de vacaciones con su familia así que aprovechamos para verla y también aceptamos su invitación para pasar la noche en casa de sus padres. Como agradecimiento les llevamos un par de regalos muy típicos: una paellera con paella incluida y un libro sobre Mallorca. Como era de esperar se quedaron encantados, después de todo son guiris alemanes!! Benito no conocía Munich así que aprovechamos para pasear por el centro de la ciudad. Yo reviví tiempos pasados ya que en 1992 pasé 8 meses trabajando aquí y aprendiendo alemán. También salimos a cenar con Dirk, un viejo amigo de Claudia con el que solo unos meses antes habíamos coincidido en Mallorca.

Claudia es una de esas amistades de toda la vida, de las que nunca se pierden aunque no te veas en años. Es una persona especial y poco convencional, de incierta sexualidad y una mezcla de moderna superfashion con oficial de las SS. 14 años antes nos habíamos conocido en Munich y desde entonces nos habíamos visto regularmente en muchas ocasiones aunque nuestros caminos habían seguido rutas muy diferentes. Ella vivía en ese momento en Lisboa. Después de estudiar diseño de moda y corte y confección en Alemania se ganó la vida cosiendo y diseñando ropa sobre todo para la comunidad gay de Munich, donde era muy conocida.

Tras varias temporadas vivendo en Paris y Londres consiguió un trabajo en Portugal como jefa de una fábrica de bragas y sujetadores de tallas especiales (sin duda el sueño de una bollo). No era en Lisboa sino en un pueblo del Portugal profundo llamado Castelo de Paiva, cercano a Oporto, a orillas del Duero, un lugar bonito pero un poco heavy viniendo de una gran ciudad. Como era de esperar, tras varios años se subía por las paredes y emigró a la capital portuguesa donde trabajaba para otra empresa textil. Me gustó volver a verla tras varios años y también que Benito la conociera.

Respecto a la ciudad, el frío era increible y a Benito (que no tenía vínculos con ella) le dejó indiferente así que no nos dio mucha pena despegar hacia Turquía. Aunque ya eramos conscientes de nuestra absoluta indiferencia respecto a los paises del llamada “mundo desarrollado”, unas pocas horas en Alemania nos confirmaron que no debiamos perder el norte y pasar la mayor parte del viaje fuera de ese primer mundo que tanta pereza nos producía.

Al rato de aterrizar en Turquía ya nos sentíamos más cómodos. La acogida por parte de la gente mucho más cálida. Nos instalamos en un hotel en la parte vieja de Antalya. A pesar de tener vistas al puerto y al Mediterráneo, el mismo mar que veíamos cada mañana desde nuestra habitación en Mallorca al levantarnos, ya podíamos sentir que nos adentrábamos en Asia. Además casi no había turistas, solo un grupo de “osados” alemanes, ya que el ambiente bélico de Oriente Medio y recientes atentados en el país contra intereses occidentales habían motivado una crisis turística sin precedentes. Nos sorprendió la modernidad del país.

Ya la habíamos intuido en Estambul en viajes anteriores pero no pensábamos que el resto del país estuviera tan avanzado. En Europa se estaba discutiendo en esos momentos si procedía iniciar negociaciones con Turquía para su ingreso en la UE. La población, sin duda completamente occidentalizada, anhelaba dicho proceso y solo esperaba que el gobierno llevara a cabo las reformas sociales y políticas necesarias para conseguirlo.

El año 2003 llegaba a su fin. Pasamos el último día del año en un autobús camino de Konya. En el corazón del país, Konya es seguramente su ciudad más islámica y conservadora, sede del Mevliana Museum, dedicado a Rumi, impulsor de la famosa danza de los derviches.

Yalal ud-Din Rumi, que vivió en el siglo XIII, es uno de los más grandes poetas místicos del sufismo en plena época medieval. Este conjunto de tendencias místicas desarrolladas en el marco socio-cultural del islam potencia la libertad e independencia del hombre respecto al mundo material que le lleva a transformar la realidad mundana en la que vive.

Aunque enraiza con la mística cristiana de la misma época, pocos dudan del carácter islámico del sufismo, a pesar de haber surgido en Persia. Además de habernos dejado una gran obra poética (en la que sobresale el Masnawi, una reflexión en verso sobre la condición humana que se considera un pseudo-corán escrito en persa) Rumi es conocido mundialmente por haber creado la orden Mawlawiya. Danza, canto y música son los vehículos que utiliza para conducir cuerpo y alma hacia la experimentación de las verdades espirituales eternas. Así la orden de los Derviches danzantes giran sobre su propio eje facilitando estados alterados de conciencia y de éxtasis místico.

La madrasa que contiene la tumba de Rumi en la ciudad de Konya es un verdadero centro de peregrinación, como pudimos comprobar in situ.

El fin de año lo pasamos en una cafetería como cualquier otro día, esperando en valde que a las 12 en punto alguién celebrara algo o por lo menos se diera cuenta de que en medio mundo la gente estaba pendiente de ese momento. No fue así.

Fue la primera vez  de las muchas en el viaje en la que nos dimos cuenta de que en occidente no somos tan importantes como solemos pensar, somos solo una parte de la humanidad con unas costumbres que son obviadas por la otra parte. Entre montículos de nieve que cubrían las aceras conseguimos llegar hasta nuestro hotel y disfrutar de la nochevieja más atípica de nuestras vidas.

Capadocia era la próxima etapa. A solo unas pocas horas de bus, nos pareció que merecía la pena el desvío para conocer esta turística zona de Turquía. La primera impresión que tuvimos fue que llegábamos en la época menos visitada del año. Solo algún turista despistado al que no le importaba pasar un frío de cuidado. Y es que estábamos a 5 grados bajo cero y con un viento que cortaba la respiración. En esas condiciones hicimos lo más prudente: alquilar un coche con conductor para un día entero.

Al compartirlo con una pareja de japoneses recién casados no nos salió muy caro. Lo más incómodo fue sortear las múltiples encerronas para comprar todo tipo de souvenirs, desde cerámica hasta alfombras que nos querían vender en cada esquina. Tan solo era un adelanto de lo que se iba a convertir en una constante durante el resto del viaje.

También ayudó que los japoneses suelen ser un blanco más deseado por los comerciantes de cualquier lugar dado su alto poder adquisitivo. El paisaje de Capadocia es de lo más peculiar: un terreno rocoso en el se alternan cuevas utilizadas en la Edad Media como iglesias clandestinas por los cristianos en las que se pueden contemplar frescos espectacularmente conservados con montículos de formas imposibles que van desde la de una simple chimenea hasta la de un pene!!! (incluso hay una zona llamada “Valle de los penes”, que haría la delicia de más de una/o por motivos obvios).  Algunos lugares tuvimos que visitarlos solo desde el coche ya que la temperatura exterior era extremadamente baja. Otra vez tuvimos que refugiarnos en la garita de un guardia donde pasamos el tiempo comiendo cacahuetes alrededor de una chimenea.

El alojamiento en Goreme, que es, junto a Ugrup y Aranos, la población más visitada de Capadocia, es de lo más singular: casi todos los hoteles se componen de habitaciones excavadas en la roca así que da la sensación de estar pasando la noche en una cueva. Sin duda uno de los alicientes de la zona fue la comida, toda una sorpresa, sobre todo las sopas, increiblemente sabrosas y consistentes.

Los lugareños nos desaconsejaron viajar de noche hacia Derinkuyu, pequeño pueblo conocido por albergar una ciudad subterránea de 8 plantas, pero como suele ser habitual en nosotros, desoimos esa recomendación y decidimos seguir nuestro instinto. Poco nos importó que nos aseguraran que había que llegar de día ya que no había donde pasar la noche. Como casi siempre acertamos y encontramos un hostal básico pero suficiente. A lo largo de nuestros viajes hemos aprendido a no hacer mucho caso de las recomendaciones ya que la mayoría de las informaciones están adulteradas, a veces por desconocimiento pero otras muchas por connotaciones políticas y sociales.

Sin mencionar el histerismo colectivo y contagioso de muchísimos turistas sobre el peligro de ciertas zonas. Cuantas veces hemos escuchado historias y leyendas negras de personas a las que les han ocurrido las cosas más terribles que se puedan imaginar. La mayoría son historias exageradas y que han perdido el 99 % de autenticidad a medida que cada eslabón de la cadena comunicativa ponía o eliminaba su granito de arena al relato de los hechos… Y otras son sólo producto del morbo que produce la desgracia ajena.

Como en muchos otros lugares de Oriente Medio, en Derinkuyu pudimos disfrutar de la más absoluta soledad al visitar la ciudad subterránea. Todo un lujo en esta época de turismo de masas. La sensación al recorrer los pasadizos a tantos metros bajo tierra con una humedad del 95 % hubiera producido claustrofobia al más común de los mortales pero nosotros estábamos encantados,  como si nos hubiéramos aislado del mundo exterior para viajar al centro de la tierra. Ya al abandonar el lugar si nos cruzamos con un grupo de escolares locales, que nos miraron como si fuéramos ocupas, como si hubiéramos pasado la noche allí abajo.

El trayecto hasta la ciudad de Adana, en la costa, atraviesa una meseta nevada que bien podía parecerse a Castilla en invierno, a no ser por los minaretes de las mezquitas que sobresalen en los pueblos del camino. La primera visión de la ciudad y de la costa que la baña nos confirmó lo que habíamos imaginado, que iba a ser sólo un lugar donde transbordar de autobús hacia Antakia (la antigua Antioquía). Adana la recuerdo también por ser el lugar donde comenzó mi calvario oftalmológico.

Me explico: Allí, en plena estación de autobuses, se me rompieron las primeras gafas del viaje, (pero no las últimas) perdiéndolas sin darme cuenta antes de que fueran pisoteadas por algún viajero despistado. El hotel Ceylan de Antakia, que nos acogió esa noche, era de lo más cutre hasta el momento, pero como siempre que llevabamos detrás una buena paliza de horas de autobús, caímos redondos sin importarnos la mugre que nos rodeaba. El recibimiento que encontramos allí, con un diluvio que nos caló hasta los huesos iba a ser un presagio de lo que nos esperaba las próximas semanas.

En esta zona de Turquía el paisaje es auténticamente mediterráneo, muy diferente de la Anatolia que habíamos dejado atrás. También es una zona de conflictos entre Siria y Turquía ya que el primero reclama este territorio históricamente….

Abandonamos Turquía con pena. Nos dejó muy buen sabor de boca sobre todo por la amabilidad de su gente. Pero también constituyó una sorpresa la modernidad del país. Más allá del conocido Estambul, el desarrollo y dinamismo de la parte central del país nos hizo pensar lo justificado de sus aspiraciones para entrar a formar parte de la Unión Europea. Después de todo, a pesar de

Las escasas tres horas de autobús que separan  Antakia de Aleppo, ya en territorio sirio, transcurren por un paisaje tipicamente mediterráneo, una carretera que discurre entre colinas cuajadas de olivos y en la que los rebaños de ovejas y cabras se convierten en compañeros de viaje. La primera frontera terrestre que cruzábamos en el viaje nos causó gran emoción. Era nuestra puerta a Oriente, la consumación de que comenzábamos de verdad una gran aventura.

Además, aun no lo sabíamos pero era la primera de las 3 veces que entraríamos en Siria en el plazo de 1 mes. El motivo en parte por las dificultades para llegar a Irán, nuestra siguiente etapa tras Oriente Medio, y en parte y sobre todo por la situación climatológica que nos tocó vivir en la zona. Realmente pecamos de ignorancia. Pensamos que al estar la zona en coordenadas similares e incluso más meridionales que Mallorca el tiempo sería más cálido que en casa, o al menos igual.

Pero fue un més de enero muy desapacible, con lluvias casi cada día y un frío gélido que nos hacía instintivamente, sin haberlo planeado, viajar hacia el sur buscando el sol. En estas circunstancias nació nuestro grito de guerra cada vez que pasábamos frío: “Manilaaaa!”, una simple idealización de un lugar caluroso al que estábamos segurísimos que queríamos llegar meses más tarde.

Entrar en Siria fue como retroceder en el tiempo hasta los años 60 o 70. La influencia occidental es muy restringida. La gente parecia seguir la ortodoxia del Islam mucho más que en Turquía. Las mujeres mucho más reservadas y discretas. Los hombres vistiendo de forma más informal, pero eso sí, con un vestuario que nos recordaba al que podríamos tener en España en los setenta. Vamos que veiamos Perets por todas partes. La diferencia en el nivel de desarrollo comparado con Turquía era abismal, y se notaba en el ambiente que el régimen de gobierno era muy estricto, con leyes muy duras, y con la imagen del presidente Bashar el Assad y de su fallecido padre Hafez en todos los rincones, ya fuera en cualquier comercio, oficina, y en carteles en calles y parques.

Aleppo fue nuestra primera parada en el país. Nada más llegar nos sumergimos de lleno en los más conocidos tópicos de Oiente Medio. Probamos los increíbles zumos de naranja, disfrutamos del famoso zoco medieval cubierto, con sus exóticos olores y sus inusuales artículos en venta (como cabezas de camello recién cortadas) y nos relajamos en un hamam. El Haman Yalbogha, construido entre los siglos XIII y XIV es sin duda el mejor del país, así que no nos importó pagar un alto precio para que nos trataran como a sultanes, entre vasos de té de menta, masajes y baños en los que nos frotaron tanto que parecía que ibamos a mudar de piel como si fuéramos serpientes.

También recorrimos su casco antiguo, Patrimonio de la Humanidad según la Unesco, tomamos un café en el hotel Baron, emblemático lugar donde se alojaron entre otros Roosevelt, Lawrence de Arabia y Agatha Christie y subimos a la ciudadela donde disfrutamos de la vista de la ciudad. Lo único bueno de la mala fama de que disfruta Oriente Medio respecto a la seguridad es la oportunidad de poder disfrutar de todos sus atractivos naturales e históricos casi en soledad o como mucho acompañados sólo de turismo interior del país. En la ciudadela de Aleppo apenas coincidimos con algunos grupos de escolares sirios y alguna pareja con pinta de recien casados.

Aleppo es la segunda ciudad en importancia de Siria.Su casco antiguo es un entramado de callejuelas, zocos, mezquitas y Medersas donde da gusto perderse mientras se disfruta de exóticos olores y de los cantos que emanan de las mezquitas a la hora de la oración. También es conocida por ser el lugar donde Abraham ordeñó a su vaca. Y compite con Damasco por ser la ciudad habitada más antigua del mundo. Su historia, que comienza a principios del 2º milenio antes de Cristo, abruma. Pasó por manos de amoritas, hititas, griegos, seleúcidas, romanos, árabes y otomanos. Y jugó un papel vital en las rutas comerciales desde Oriente a Europa vía el puerto de Antioquía.

Desde Aleppo dudamos si seguir a Palmira y luego bajar a Damasco, ya que pensábamos seguir hacia Líbano y luego volver a Siria, así que miramos el mapa y decidimos continuar hacia el país vecino para luego visitar el resto de Siria y de allí a Turquía que era nuestro plan original. Ya cuando salimos de Aleppo en tren con dirección a Tartus, en la costa siria, nos sorprendió la primera lluvia de las muchas que nos iban a acompañar por Oriente Medio. Si no fuera por el paisaje, cuajado de pinos, olivos, encinas etc… que nos pareció estar atravesando Sierra Morena, hubiéramos pensado que nos encontrábamos en un tren en Irlanda o en Dinamarca.

Cielos grises, casi negros e incesante lluvia. La llegada a Latakia, principal puerto del país, nos sumergió de lleno en el caos propio de la región: tuvimos que pelearnos en la estación de bus con decenas de adolescentes que buscaban un ticket de bus para llegar a la cercana Tartus. Aun sin entender una palabra de árabe conseguimos finalmente los dos últimos billetes y pudimos embarcar llegando a Tartus, donde ya teníamos sensación de estar en la Siria más profunda y menos turística.

Importante puerto pesquero, esta ciudad se convirtió en la Edad Media en uno de los puntos de llegada más importantes de los peregrinos que iban a Tierra Santa, y su defensa fue encomendada a la Orden de los Caballeros Templarios, fundada para proteger a los peregrinos cristianos y cuyo bastión se encontraba en la fortaleza de Krak des Chevaliers, situada unos kilómetros más al este. Finalmente cayó en poder de los musulmanes a finales del siglo XIII. Su importancia bíblica se justifica por haber sido un punto en el que San Pedro dedicó una capilla a la virgen María en su viaje de Jerusalem a Antioquía.

En Tartus conocimos a un personaje de esos que sólo se conocen cuando viajas de mochilero, un sirio-argentino-australiano que no paraba de hablar y se nos pegó toda la tarde hasta que pudimos darle esquinazo. Al menos pudimos aprender lo numerosa que es la colonia de origen sirio en Sudámerica (el chico de la recepción del hotel era sirio-venezolano) gracias a la emigración de Oriente Medio a este continente durante principios y mediados del siglo XX (Ecuador, por ejemplo, ha tenido recientemente 2 presidentes de gobierno de origen sirio). Frente a Tartus, a sólo 3 km de tierra firme se encuentra la isla de Arwad, antiguo enclave fenicio del 2º milenio antes de cristo, y que además de ser dominada por Asiria, Babilonia y Persia, llegó a constituir un reino independiente en tiempos de los cananitas.

La travesía en bote hasta la isla, con olas de varios metros hizo enfermar a algunos de nuestros compañeros de viaje y rezar a Ala para que no pasara nada a muchos otros. Nosotros, gracias a nuestra inexistente sensación de peligro disfrutamos del viaje, a pesar de un amago de mareo en Benito. Ni en el trayecto ni en el día que pasamos en la isla vimos a ningún extranjero. Sólo pescadores que volvían de la ciudad, y, eso sí, miles de niños correteando por todas partes y para los que el diluvio que caía sobre la isla era un motivo más de alegría para celebrar. Fue quizás el primer momento del viaje en el que nos recorrió una sensación de haber dado un paso atrás en el tiempo. Y aprovechamos para darnos una comilona a base de pescado fresco, que es lo que tocaba.

La única forma de llegar a Líbano era en taxi así que como dos señores tomamos uno hasta la ciudad de Tripoli. Ya al cruzar la frontera nos dimos cuenta de que entrábamos en un país desarrollado. Lo único chocante eran los primeros campos de refugiados palestinos que vimos nada más entrar en el país. La carretera discurría paralela a la costa y las tiendas donde se hacinaban las familias palestinas en condiciones deplorables se erguían sobre la misma arena casi al borde del agua, como tentando al mar para que se las llevara al más mínimo temporal. También nos sorprendió la visión de una cordillera de montañas nevadas que se erigían junto a la costa.

Esta cadena montañosa atraviesa el país de norte a sur y disfruta de unas estaciones de esquí increíbles así que lo primero que pensamos fue en organizarnos para ir a esquiar un día. Lo que no contábamos era con el tiempo de perros que hacía: lluvia incesante y frío que cortaba la respiración, lo que nos llevaría a abandonar Líbano sin haber tenido la oportunidad de esquiar. En Trípoli, la segunda ciudad en importancia del país, tomamos contacto con la increible gastronomía libanesa y disutamos recorriendo el casco antiguo donde visitamos una fábrica donde elaboran jabón a la manera de hace cientos de años.

La ciudad es conocida por su rica arquitectura mameluca y por la Ciudadela de Sant Gilles, construida en el s. XII y que domina la ciudad desde sus torres fortificadas. Aunque estaba cerrada, tras aporrear la puerta, el guarda la abrió para nosotros solos. Todo un lujo!!!

La llegada a Beirut en autobús es espectacular. La ciudad cubre todas las laderas de las montañas que la rodean, desparramándose hasta la orilla del Mediterráneo. Es una curiosa mezcla de construcciones modernas y barrios de lo más chic con zonas de edificios destruidos por la guerra y campos de refugiados. Todo bañado por un mar tranquilo donde se pone el sol en el horizonte. NNNos instalamos en una auténtica meca de viajeros: el hotel New Talals, sin mucho encanto pero en el que se respiraba una atmósfera de buen rollo entre los empleados y los huéspedes que le hacía parecer más una casa que un hotel. Allí entablamos amistad con Piu, un coreano-americano que vestía trajes de nazareno y viajaba con cientos de pares de pinkies en la mochila, con XXXXXXXX, señora americana profesora de árabe en viaje de investigación, y con un jordano, profesor de antropología que cada noche cenaba 5 huevos!!!.

Pero la amistad más fuerte la trabamos con un sevillano, Pedro, cooperante internacional que después de unos años en Ecuador estaba en fase de enamoramiento de Oriente Medio y pasaba una época viajando por Siria y Líbano. Con Pedro nos introdujimos en el para nosotros desconocido movimiento indimedia, un grupo de jóvenes conectados internacionalmente sobre todo a través de Internet, cercanos a la filosofía antiglobalización XXXXXXXXXXXXXXXXXXX. Además tuvimos oportunidad de conocer a su amigo Josef y vivir con él los difíciles momentos por los que atravesaba: con 18 años, acababa de ser repudiado ese mismo día por sus padres al enterarse de que era homosexual (no se como no lo vieron antes ya que la pluma que soltaba le delataba a la legua)y había sido expulsado de su casa así que le acompañamos en esos difíciles momentos en los que muchos amigos le llamaban para ofrecerle un lugar donde dormir esa noche y sobre todo un muy necesario apoyo psicológico. Líbano es un país contradictorio.

Aunque la población musulmana es mayoritaria, la presencia de otras religiones, entre ellos católicos, drusos y judíos hace que sea el país más liberal de la zona, y es el destino de los adinerados de los paises del entorno cuando quieren pasar unos días de ocio, ya sea enfocado al juego (los casinos son legales), a los deportes náuticos y alpinos y a la vida nocturna, con modernísimas discotecas y un negocio de la prostitución boyante. Sin embargo, casos como el de Josef nos corroboraron que aun hay un sector de población (da igual la religión a la que pertenezcan) en posiciones ideológicas demasiado conservadoras para como avanza la sociedad actual.

El centro de Beirut, destruido completamente durante la cruenta guerra civil que azotó al país durante los años ochenta, está siendo reconstruido por empresas francesas gracias a contratos millonarios y realmente (a pesar de nuestra poca simpatía por nuestros vecinos del norte) lo están haciendo con mucho gusto. Los edificios históricos se han reconstruido como réplicas de los originales y paseando entre ellos parece estar uno en París en lugar de en Oriente Medio. Y donde solo había solares abandonados ahora se levantan colosos de acero y cristal diseñados por los más modernos arquitectos extranjeros. Fue una sorpresa pasear por esta ciudad que, sobre todo tras pasar por Siria, y con una iglesia cristiana en cada esquina, nos transportaba de nuevo a occidente. La sorpresa también la notamos en el bolsillo.

Los precios en Líbano se acercan a los de España. Era sin duda el lugar más caro desde que salimos de Europa. Con Pedro recorrimos la ciudad, rodeándola por la costa, por La Corniche, como llaman a su paseo marítimo, en las treguas que nos daba la lluvia, teniendo que parar cada 5 minutos a resguardarnos en un cafe y disfrutando de la vista más fotografiada de la ciudad, lás llamadas Pigeon Rocks, dos islotes de roca separados pocos metros de la costa atravesados por un inmenso agujero..Lo que nos esperaba esa tarde y noche era un cúmulos de sensaciones que no podíamos adivinar. Tras la merienda nor reunimos con Sara, amiga de Pedro, palestina y colaboradora de la ONG Movimiento Social. Acompañamos a Sara a visitar a una familia amiga al famoso campo de refugiados de Sabra y Shatila.

ras recorrer un laberinto de callejones bajo un diluvio incesante, en los que no existía ni alcantarillado, ni electricidad ni las más minimas condiciones de habitabilidad llegamos a una casa en la que vivía un matrimonio con un montón de niños hacinados en pocos metros cuadrados pero, esos sí, que nos recibieron con los brazos abiertos y una sonrisa en la boca. Aceptamos su invitación a tomar un te y jugamos con los niños (incluso yo que no les soprto) así que sin duda les proporcionamos un momento para salir de su rutina.

que vive, como el resto, en condiciones chunguísimas. Experimentamos el contraste brutal entre el lujo del centro y la miseria de este campo, donde se hacinan miles de palestinos, además de refugiados kurdos, sirios, etc… Aquí fueron masacrados 2.000 palestinos por las milicias cristianas de Líbano con el apoyo de Israel en 1983. Vemos el lugar donde se encuentran las fosas comunes. Tras un descanso en el hotel nos vamos con Pedro a la discoteca “Acid”, supuestamente la más fashion de Beirut y como es Barra Libre (12 euros) nos cogemos una buena cogorza.