AFRICA | ZIMBABUE

Este castigado país sin salida al mar tiene 390.000 km2 y una población algo inferior a trece millones de habitantes. Casi todo el mundo en las ciudades habla buen inglés. Aunque está situado en el húmedo y caluroso trópico, Zimbabue o gran casa de piedra no es un país demasiado caluroso porque la mayoría de las tierras se elevan en una meseta a casi mil metros de altura.

En 1850 Livingstone lo atravesó en su histórica y fracasada búsqueda de las fuentes del Nilo. Pero en 1885 descubrió para el mundo occidental las cataratas que denominó Victoria, hoy principal atracción turística del país. En 1889, Cecil J. Rhodes, que decía representar los intereses de la reina de Inglaterra al norte del río Limpopo, se introdujo desde Sudáfrica en la tierra de los Shonas y Ndebele con sólo quinientos hombres. Formaban su columna de pioneros. Descubrió las minas de oro de Kimberley. Clavó la bandera de la Union Jack en Salisbury (actual Harare) y hasta casi un siglo después, cuando Zimbabue se independizó (1980), el país se llamaba Rhodesia.

A principios de 1990, la Reina Isabel II visitó Zimbabue durante una de las peores sequías de su historia. Cuando comenzó su discurso diciendo “rezo porque la sequía termine pronto” se descargó un chaparrón que duró varios días. En 1995, Isabel II provocó una situación parecida en Sudáfrica. Pasaron a llamarla Motlalepula, o la que trae la lluvia. Hoy, por culpa de la mala gestión política y económica que desangra una buena porción de este continente, el país está en caída libre en los índices de riqueza y desarrollo humano.

Harare, libre adaptación de En-Harawa y nombre del antiguo jefe tribal de la zona, se llamó Salisbury hasta 1982, poco después de la independencia de Inglaterra. Es hoy una moderna pero decadente ciudad de algo menos de tres millones de habitantes, incluidos los suburbios infestados de campesinos desesperados, chabolas y pobreza. Su centro alberga rascacielos de cristal y metal, anchas y descuidadas avenidas, lujosas calles comerciales con las tiendas cerradas, mansiones vigiladas y coches importados. El porcentaje de población blanca era alto hasta hace poco. Los pocos caucásicos que quedan de origen anglosajón viven separados de los negros en las ricas barriadas cerradas del Norte y Este de la ciudad. El centro de la ciudad y distrito de negocios es una zona compacta, flanqueada por las calles Samora Michel, Robert Mugabe, Fourth Street y Jules Nyerere Way. Por la noche se escuchan los ecos de música africana desde el Civic Center y la calle Julius Nyerere.

Tras de teñirme el pelo de un hortera rubio platino en una peluquería barata del centro de la ciudad, fui al aeropuerto a dar la bienvenida a Juan y Eduardo, que llegaron uniformados al más puro estilo Coronel Tapiocca. Con un gesto agradecido parecían rehuir los mantecados, el turrón, los villancicos, el abrazo forzado al cuñado/a que no aprecias demasiado, la copa de champán barato que no te apetece, las campanadas por la primera en la Puerta del Sol, la uva que se te atraganta, los niños que gritan y corretean por una casa abarrotada hasta la madrugada, el almuerzo de empresa que estas deseando que se vaya el jefe o irte a tu casa, el comentario del familiar graciosillo, el regalo cuyo papel rasgas rezando que hayan guardado el ticket de compra para descambiarlo, los empujones en el gran almacén para comprar un regalo, el tráfico infernal, la lluvia fina y fría… Ambos estaban ansiosos por experimentar unas vacaciones diferentes, lejos de los tópicos típicos de la navidad española.

Tras un ruidoso recibimiento nos quedamos un par de noches en el Hotel Terreskane. Durante la primera noche, la música africana retumbó sin pudor bajo nuestra habitación hasta casi el amanecer. El día siguiente lo dedicamos a organizar un viaje al Parque Nacional de Hwange y a Vic Falls o cataratas de Victoria, en el noroeste del país.

Tomamos un cómodo autobús hasta Bulawayo. Desde allí hicimos auto-stop en una camioneta pick up hasta el Hwange National Park. Este parque natural es uno de los más accesibles y ricos en animales salvajes de toda África. Situado en los límites del mítico Desierto de Kalahari, Hwange era la antigua reserva de caza de los reyes Ndebele. Se convirtió en Parque Nacional en 1929. Tras el reconocimiento internacional en 1980 de la independencia de Zimbabue, los cazadores furtivos mataban entre 15 y 20 rinocerontes por semana. En Oriente se pagan cientos de dólares por un pequeño bote con polvo de cuerno de rinoceronte. Dicen que tiene propiedades afrodisíacas cuando se aplica a los genitales. Desde entonces, la población de rinocerontes ha ido menguando hasta quedar casi extinguida. En Hwange nos alojamos en una cómoda cabaña del Main Camp. Contratamos un jeep con guía y disfrutamos observando familias de elefantes que retozaban en las charcas. Ese mismo día divisamos de pie en el vehículo solitarias hienas y chacales, cocodrilos, perros salvajes, leones y jirafas. Curiosamente, Zimbabue tiene un problema de sobrepoblación de paquidermos, con más de 70.000 ejemplares. Matan familias enteras a balazos ya que es demasiado caro trasladarlos. Poco tiempo atrás, durante las sequías, algunos elefantes huyeron de su hábitat natural e invadieron las ciudades, destruyendo parques y jardines urbanos. No son pocos los casos en los que se introdujeron en las propiedades privadas para beber de las piscinas. Un elefante que se siente amenazado puede ser letal.

A menos de cien kms del parque Natural de Hwange se encuentran las  Cataratas Victoria, la principal atracción turística de esta parte de África. En esta latitud el caudaloso río Zambeze se abre como un rastrillo hasta adquirir una anchura de 1,7 km, y cae en picado desde una altura entre 90 y 107 metros. En agosto pueden desplomarse medio millón de metros cúbicos de agua por minuto. De marzo a mayo este volumen se multiplica por diez. Dicen que Vic Falls es la contribución de Zimbabue a las maravillas del mundo. Sentarse en un buen sitio para ver la magnificencia de estas atronadoras cortinas de agua es un espectáculo que pone la piel de gallina.

La verdadera Victoria Falls es un poblado artificial y turístico construido cerca de las cataratas. Es un lugar carnavalesco, plagado de agencias de viajes, tiendas de camisetas, bazares llenos de artesanía típica africana, furgonetas y hoteles de lujo, turistas obesos y ruidosos con cantosas camisas de flores, hamburgueserías y mafiosos que te ayudan a cambiar euros o dólares. El lado agradable es que el poblado ofrece muchas posibilidades para divertirte con actividades fuera de lo común. Una de ellas es el gran salto