La llegada a India fue espectacular. Tras cruzar la tensa frontera que la separa de Pakistán y ser testigos del alarde de poderío que ambos países despliegan a cada lado, la primera ciudad que nos encontramos en nuestro camino fue Amritsar. Habíamos oído hablar de este lugar por ser donde se ubica el Golden Temple, un lugar sagrado para la comunidad Sikh y una auténtica preciosidad. Construido en el XXXXX se trata de un templo inmenso de forma rectangular en cuyo interior se haya un estanque enorme o lago también sagrado, donde los seguidores de esta religión llevan a cabo sus ritos de purificación. A los sikhs se le reconoce fácilmente por el turbante de color negro bajo el cual ocultan su larga melena que su religión no les permite cortar. Tras descalzarnos y colocarnos un pañuelo en la cabeza lo visitamos tranquilamente y nos dieron de comer gratis como a tantos miles peregrinos que pasan diariamente por allí. Lentejas y pan, no se puede pedir más. Incluso hay un dormitorio colectivo donde cualquier peregrino puede pasar la noche sin pagar una rupia. No solo pudimos comprobar la hospitalidad y generosidad de los sikhs en el templo sino en la realidad. Al poco tiempo de encontrarnos en aquel lugar tuvimos que rechazar la invitación de un chico que tras hacernos de guía por el templo desinteresadamente insistió en que fuéramos a su casa a cenar y a dormir.
Pero ya habíamos decidido tomar el tren nocturno a Delhi, así que no pudimos disfrutar de toda la hospitalidad que el lugar y su gente nos ofrecía. En todo el recinto se podía palpar una atmósfera de paz y armonía, el estallido de color provocado por los saris y por el contraste de los detalles dorados sobre el mármol blanco alegró nuestras pupilas y nuestro espíritu. La música religiosa que emanaba de los altavoces esparcidos por todos los rincones del templo contribuyó, sin lugar a dudas, a darle un toque mágico o místico a aquel momento y a aquel lugar. Nada hacía recordar los sucesos acaecidos en el año XXXX, cuando cientos de personas fueron secuestradas en su interior por terroristas pertenecientes a la rama sikh más extremista y utilizados como moneda de cambio en sus reivindicaciones al gobierno indio.
Posteriormente la ex primera ministra Indira Ghandi sería asesinada por varios Shik miembros de su escolta. Como en tantos momentos anteriores del viaje nos lamentamos de cómo las actuaciones de unos pocos extremistas crean corrientes de opinión contrarias a ciertas etnias, razas o religiones. Y de cómo la injusticia define las reputaciones de tantos pueblos. (RELIGION SIKH).
Al llegar a Delhi nos instalamos en Paharganj, una zona de mochileros cercana a una de las principales estaciones de tren de la capital india. Los 500 metros de la calle donde están todos los hoteles son una auténtica locura. Representan un microcosmos de este complejo país que no deja indiferente a nadie. De hecho a casi todo el mundo le produce sensaciones bastante intensas, tanto positivas como negativas. Para ambos era el segundo viaje a la India y en esta ocasión Benito descubrió que dichas sensaciones no son incompatibles y que se pueden experimentar incluso al mismo tiempo. En Paharganj el ruido es ensordecedor, proliferan cientos de pesados que insisten en llevarte a su hotel o venderte algo, e incluso algún carterista como el que Fernando pilló con una mano en su bolsillo.
El tráfico imposible de coches, rickshaws, motos, bicis etc…casi se podría decir que allí se encuentra lo peor de la india en una sola calle!!!. Entre la maraña de vehículos y personas puedes encontrar las vacas, que vagan como auténticas reinas por los espacios públicos sin que nadie se atreva a disturbar su tranquilidad. Por cierto que es chocante para un occidental (no digamos ya para un suizo) ver como se alimentan de papeles o de la basura que se acumula por todas partes. Tan característica como la presencia de las vacas es el tipo de turista que se encuentra en este “guetto” de Delhi. Su peso medio debe ser de 40 kg y su aspecto de enfermos y escuchimizados produce escalofríos. No conseguimos averiguar si ello se debía a la falta de alimentación como parte de la filosofía que la estética requiere o a la falta no comer más que 4 verdurillas al día pensando que sólo con meditar en un ashram el cuerpo adquiere lo necesario para continuar su ciclo vital.
En Delhi pasamos varios días sufriendo la bestial polución que no permite casi distinguir el azul del cielo. Quedamos con un viejo conocido de Benito, llamado Popli, y que tal como me había contado es un auténtico personaje. Anticuario, ya en sus cincuenta y un auténtico playboy. En su tienda, entre whisky y whisky nos relató sus últimas conquistas mientras esperábamos que llegara la más reciente, una suiza tras cuyos pasos andaba en ese momento. Resultó ser una mujer no sólo encantadora sino muy inteligente y con gran sentido del humor. Después de unas cuantas horas nos fuimos hacia el hotel con la cabeza aturdida por el alcohol y las historias de Popli.
Tras pasar tres días en Delhi haciendo gestiones decidimos irnos hacia el norte y tras 12 horas de tren llegamos a Shimla. Es la capital del estado de Himachal Pradesh y lo sorprendente es que parece más una ciudad salida de la Selva Negra que de la India. Era la capital de verano durante la ocupación británica y está en plena montaña (2300 mts.) entre bosques de pinos y casas victorianas decadentes con un encanto irresistible. Aunque no tiene gran afluencia de turistas comparada con otras ciudades indias, sí que puede presumir de su importancia histórica ya que es el lugar donde se firmó la partición entre Pakistán e India en 1947, separando los estados de mayoría hindú de los de mayoría musulmana.
Pasamos un par de días en esta ciudad con la sensación de habernos transportado no solo en el espacio sino en el tiempo. Familias indias adineradas, casas de estilo victoriano, una mansión típicamente inglesa en lo alto de una colina e incluso una iglesia de estilo gótico encajada entre grandes abetos. Como dos personajes salidos de “La montaña mágica” de Thomas Mann realizamos largos paseos por los alrededores y en uno de ellos tuvimos la oportunidad de conocer a un grupo de chicos locales que no hacían más que preguntarnos sobre temas relacionados con el sexo opuesto y las relaciones entre jóvenes en nuestro país. Al mismo tiempo, se resignaban a lo que el destino les tenía preparado: casarse con una chica de su misma casta, elegida por sus padres. Hay 36 castas diferentes en la India y sólo se pueden casar entre miembros de la misma.
Suelen llegar vírgenes al matrimonio por lo que su nivel de testosterona suele ser tan alto como su libido. Una prueba más de que la innata curiosidad que los jóvenes de cualquier parte del mundo, sienten por todo lo relacionado con el sexo no puede ser eclipsada por tradiciones sociales o familiares tan arraigadas como en la India. Así, mientras esquivábamos a los cientos de monos que intentaban robar a los visitantes de un templo hindú dedicado a Hanumman, aquellos chicos no paraban de darse codazos entre ellos y reírse cuando veían a alguna pareja de recién casados haciéndose arrumacos. Ya metidos de lleno en la vorágine de viajar por tierra en India, continuamos en bus hacia Dharamsala, en un trayecto que supondría el primer gran palizón de autocar en este país.
Enclavado en un paisaje espectacular sobre un valle a los pies del Himalaya, Dharamsala sería una pequeña y desconocida población del norte de la India si no fuera por un acontecimiento que la cambiaría para siempre. Después de sufrir varios años de persecución por parte del gobierno chino invasor, en el año 1959 el XXXXXX Dalai Lama huyó de Tibet y tras un periplo a través de la cordillera del Himalaya llegó al norte de la India y se instaló en Dharamsala. Aquí se formó el gobierno de Tibet en el exilio, que sigue luchando para recuperar su país a pesar de la indiferencia de occidente al respecto. La concesión al Dalai Lama del premio Nóbel de la Paz en 1989??? pareció dar un impulso a la causa tibetana y tanto la ayuda de famosas estrellas de Hollywood como la moda del budismo tibetano en occidente han servido por lo menos para dar a conocer el problema a las nuevas generaciones.
Pero como siempre es la economía quien decide y la partida está ganada desde hace mucho tiempo. ¿Quién va a ser el guapo que va plantarle cara a China por este contencioso? La mayoría de población en Dharamsala es Tibetana. Exiliados que emularon a su líder espiritual en su huida aunque algunos no tuvieron tanta suerte. Nos sorprendió la cantidad de personas con deformaciones físicas y amputaciones de miembros. Después de una visita al museo que sobre el Tibet existe en la ciudad, descubrimos que aquellas amputaciones habían sido causadas en su mayoría por los efectos de la congelación al cruzar montañas de mas de 6.000 metros en busca de su “tierra prometida”. No sabemos que queda de la mítica Dharamsala que tantos hippies de los 60 convirtieron en su particular Shangrila, seguramente muy poco porque hemos escuchado algún que otro lamento al respecto por parte de alguno de ellos que a pesar de estar instaladísimos en la comodidad del primer mundo se niegan a aceptar los cambios producidos por el paso del tiempo; casi tanto como a renunciar a su ropa de marca o a su coche deportivo. Escuchar este tipo de quejas por parte de antiguos mochileros es una constante que es mejor evitar.
A la máxima romántica de que cualquier tiempo pasado fue mejor le añaden el factor espacio e intentan convencerte de que ya has llegado tarde y que solo ellos fueron los privilegiados que pudieron ver el mundo en estado puro. Por supuesto que se han producido cambios y más que se van a producir pero ello no es una excusa para dejar de viajar. A pesar de las hordas de colgados y seudo hippies que nada mas llegar a la India se cuelgan toda la parafernalia encima creyendo que así es más fácil conseguir el nirvana, el lugar es perfecto para pasar una temporada. Es baratísimo, se come de maravilla y no faltan actividades.
Cientos de cursos de todo lo imaginable: budismo, meditación, masajes, yoga, reiki, lengua tibetana, hindi, cocina, etc… Además tuvimos la suerte de coincidir con el año nuevo tibetano lo que añadió una nota más de color a la ciudad si ello es posible. Desde Dharamsala decidimos ir a Cachemira donde, a pesar de la continua situación de conflicto, hacía meses que se había producido un alto al fuego.
Habíamos oído hablar tanto sobre aquel remoto y al parecer inaccesible lugar que estábamos ansiosos por llegar. El viaje resultó un palizón y cuando el bus nos dejó en Jammu sacamos los billetes hasta Srinagar e hicimos algo de lo que más tarde nos arrepentiríamos: contratar el alojamiento en uno de los famosos boat house o casas flotantes que se encuentran en el lago XXXX. Después de pasar la noche en un hotel miserable y discutir con el niño de la recepción que se empeñaba en cobrarnos la habitación por adelantado, nos metimos en la furgoneta que nos llevaría hasta la capital de Cachemira. El viaje discurrió entre puertos de montaña y muchas curvas plagadas de monos, que al borde de la carretera intentaban hacerse con cualquier cosa comestible que los viajeros les lanzaran desde sus vehículos.
La vegetación era cada vez más alpina y la nieve hizo acto de presencia poco antes de llegar al primero de los numerosos controles policiales. Bajamos de nuestro vehículo con sensación de entrar en una zona de conflicto por la presencia intimidante de policías armados; Benito no se atrevió a rechistar cuando uno de ello se quedó con su preciado bolígrafo de Alitalia al pasar el control de pasaporte. Cachemira reclamada por Pakistán e India está literalmente tomada por los dos ejércitos.
El problema viene ya de lejos cuando en tiempos de la independencia el Maharajá hindú que gobernaba Cachemira decidió que esta perteneciera a India en lugar de Pakistán, lo cual hubiera sido más lógico por ser de mayoría musulmana; Parece ser que en la decisión tuvo gran importancia no solo el hecho de que India fuera más rica que Pakistán sino que el propio Maharajá era hindú. Pakistán lo considera territorio propio robado por India y ésta se niega a cederlo. Para darle mas vidilla al asunto y comprensiblemente, gran parte de la población harta de tantos años de conflicto apoya a un partido independentista. Todo ello hace que la tensión se masque en el ambiente y así Fernando pudo presenciar como en una procesión musulmana chiita la policía empezó a repartir palos a los manifestantes exaltados por las provocaciones de los hindúes.
Las medidas de seguridad en los templos hindúes como comprobaríamos unos días después, rozan lo ridículo…cámara de foto…poncho prohibido… Ya en territorio Kashmir el paisaje se volvió más suave a medida que descendíamos y lo más sorprendente era la cantidad de árboles sin hojas que se alineaban a ambos lados de la carretera y que imaginamos en verano como unos túneles de sombra natural únicos. Al llegar a Srinagar nos estaban esperando para conducirnos hasta nuestro boat house. La vista del lago con cientos de barcos de madera tallada que hacen las veces de hoteles flotantes nos pareció muy bonita con la luz del atardecer, pero cuando subimos al que iba a ser el nuestro durante 4 días nos quedamos boquiabiertos por el lujo y el encanto que desprendía. Lástima que al poco tiempo se convirtió en una pesadilla… Nada más llegar, fuimos advertidos de que no fuéramos a la ciudad solos y nos organizaron un programa diario de lo más apretado. Aunque regateamos el precio porque nos pareció excesivo, aceptaron nuestra propuesta e incluso acordamos que todas las comidas durante nuestra estancia estuvieran incluidas.
Craso error. La primera noche fuimos los únicos huéspedes del hotel, cuyo aspecto había cambiado por completo bajo la luz tenue de las bombillas. El crujir de la madera y las sombras de la raquítica luz artificial convertían el interior del barco en un lugar siniestro.
Pero lo peor de todo era el frío que hacía en la habitación y que solo conseguimos mitigar gracias a una pequeña estufa de leña a la que había que alimentar continuamente. Aquella noche no pudimos dormir muy bien a causa del frío y del ruido que de madrugada nos despertó y nos aterrorizó. Se trataba de un sonido fantasmagórico, como un lamento ahogado y lejano emitido por cientos de personas. No sabíamos si procedía del interior del lago o si surgía de entre la bruma que sobre aquél se cernía permanentemente. Por la mañana descubrimos que nuestra visita a Cachemira había coincidido con la celebración de un ritual chií durante el cual los seguidores de dicha corriente del Islam se azotan y flagelan hasta sangrar y caer al suelo exhaustos de dolor.
La mera visión de aquel espectáculo en nuestra mente nos estremeció pero no tanto como lo había hecho aquel sonido que habíamos escuchado pocas horas antes. Los problemas con nuestros anfitriones y propietarios del house boat surgieron ya desde el primer día cuando decidieron adoptar una postura hostil por haber discutido el precio de su oferta durante nuestra estancia en su hotel. Los supuestos manjares de la gastronomía kashmiri con los que nos iban a obsequiar se convirtieron en un poco de arroz hervido y un repollo cocido día tras día tanto a la hora del almuerzo como de la cena.
Miento, el día que hicimos la excursión por el lago en shikara, que es la embarcación típica del lugar, nos agasajaron con un delicioso pollo acompañado de mosquitos. Además de insistir en que compráramos los consabidos y horribles recuerdos en las tiendas de sus conocidos e insinuar una vez tras otra que dejáramos una buena propina por los servicios que ya habíamos pagado, lo peor de todo fue el trato dispensado por el patriarca del clan familiar. Se trataba del abuelo, un hombre alto, delgado, con nariz aguileña y el tipo de persona que no conoce el significado de la palabra humildad o modestia. No desperdiciaba la ocasión para aburrirnos con historias sobre su generosidad infinita y su bondad inigualable.
La primera de sus supuestas cualidades no la vimos por ningún lado, y mucho menos en los platos de comida que nos servían cada día en el suelo de la habitación que hacia las veces de sala de estar o comedor. En cuanto a la bondad no hizo ningún alarde de ella, justo lo contrario. Después de presumir de tener TV por cable y mostrarnos varios canales en inglés, los cambió inmediatamente y nos quitó el mando a distancia. Un acto casi tan cruel, después de tanto tiempo desconectados del mundo, como el de ponernos repollo todos los días para comer habiendo oído hablar de las delicias gastronómicas del lugar.
El broche de oro lo puso cuando corrigió a Fernando al decir cordero en inglés. Yo pensé que le había llegado la hora al viejo cuando vi la cara de asombro y mosqueo de mi compañero de viaje. Claro que se lo podía permitir cuando dominaba 4 idiomas. ¿O eran diez? Con todo ello el ambiente se volvió enrarecido y no ayudaba en absoluto el hecho de estar en un barco y depender de la familia para cualquier desplazamiento a tierra firme. La única persona amable del lugar era un chico que trabajaba para ellos, muy joven y que aunque no hablaba inglés muy bien hacía todos los esfuerzos para que estuviéramos cómodos. Pasaba la mayor parte del tiempo con nosotros no solamente para evitar a su patrón sino porque descubrió las bondades que la crema hidratante puede producir en un cutis como el suyo castigado por el duro trabajo en un clima tan hostil. Una noche en la que nos aburríamos y no nos apetecía soportar al viejo decidimos hacer un pase de modelos en nuestra habitación con el “mesonero” al que obsequiamos con una mascarilla hidratante de Biotherm. Su cara de asombro y las carcajadas de Benito no tenían desperdicio.
Pero no todo fueron calamidades, uno de los momentos que más disfrutamos de nuestra estancia en Cachemira fue cuando decidimos ir a la estación de esquí de XXXX. Allí conocimos a un inglés que tenía pensado invertir en el lugar y promocionarlo en Europa. El entorno y la cantidad de nieve suplían la deficiencia de las instalaciones. Durante unas horas Benito pudo disfrutar de la experiencia única de esquiar en la India entre soldados armados y junto a un grupo de surferos de lo más internacional entre los que se encontraban una pareja de hispano suizos que llevaban allí todo el invierno. Como se suele decir hay gente para todo!.
De Cachemira nos quedamos con el recuerdo de su lago, de sus increíbles jardines mogoles y también de sus árboles sin hojas y de los cánticos que nos despertaban cada madrugada provenientes del lago que unido a su continua bruma le daban al lugar un aspecto fantasmagórico. Pero también nos quedamos con ganas de volver en otro momento del año cuando la temperatura sea más agradable y a la espera de que la presencia policial sea menor y conviertan Cachemira en un lugar más tranquilo no solo para el viajero sino para sus habitantes. Tan contentos estábamos de abandonar Cachemira que no nos importó el viaje de 10 horas en furgoneta que nos transportó de nuevo a Jammu, ni las interminables curvas ni la estridente e incesante música que salía del radiocassette.
Esa música tan característica de la India que te acompaña o te persigue a cualquier parte y que la mayoría de las veces resulta la mejor banda sonora para aquellos paisajes o situaciones tan propias del país y que puedes contemplar desde la ventanilla de un tren o un autobús en infinidad de ocasiones. Pero después de escuchar el mismo tono hora tras hora, cuando el asiento te ha dejado el culo casi dormido, tu estómago se retuerce porque la última samosa o phakora no era tan buena como parecía o las personas que tienes a tu alrededor no paran de preguntarte where are you from mientras aplastan su cuerpo contra el tuyo, la música deja de ser lo que es para convertirse en una pesadilla y la voz femenina estridente e infantil pasa a ser la “chochopito”, como así las bautizamos en uno de esos momentos. La siguiente etapa de nuestro periplo en India nos llevó a Agra, con visita obligada al Taj Majal.
Por cierto, en el hotel de Agra conocimos a una pareja de Sao Paulo que viven en Barcelona y que nos invitaron a una botella de Rioja (el que mejor nos ha sabido en nuestra vida). Y después, a Khajuraho, grupo de templos del siglo X-XI construidos por la Dinastía Chandela y famosos por contener innumerables esculturas con motivos eróticos y del Kamasutra. De camino a Khajuraho tuvimos la oportunidad de conocer la forma de vida en la India rural.
El caso es que nos quedamos tirados en un pueblo por falta de conexión de un autobús y tuvimos que aceptar la invitación de uno de nuestros compañeros de pasaje: un chico llamado XXXXXXXXXX. Por supuesto la llegada a su casa fue el acontecimiento del año para su familia. En un par de horas pasaron por allí 500 primos, tíos, sobrinos etc… vamos como si fueramos extraterrestres recien aterrizados de Marte. Lo increíble es que nos cedieron la mejor cama de su casa y algunos incluso durmieron en el suelo por culpa nuestra. En un par de habitaciones se hacinaba un montón de gente.
Suelen dormir varios en cada cama, así que el concepto de intimidad no lo conocen. Pero lo suplen con una hospitalidad fuera de toda duda. Fernando llegó de Espanya el 15 de Marzo sano y salvo pero agotado y conmocionado por los atentados del pasado día 11. Después de ponerme al día de todos los acontecimientos y leerme de cabo a rabo EL PAIS del domingo 14 que me trajo desde España, decidimos abandonar Delhi y coger un tren hacia Benares.
Ya tenia ganas de abandonar la capital tras pasar una semana solo en ella; cada día hacia mas calor, aún no sabíamos lo que nos esperaba en Calcuta, y el tráfico y el ambiente de Paharganj era insoportable, sin embargo el recuerdo y el sabor de boca es agradable por la experiencia vivida con Fatima, Ravi y sus amigos. Eso sí, antes de abandonar la capital india nos dimos un homenaje gastronómico, pero esta vez no de comida india sino de jamón y chorizo que Fernando se trajo de Madrid oculto en su mochila. Total que fuimos a un restaurante, pedimos pan y tomate y junto con un aceite de oliva que también trajo de España nos deleitamos con un pan Tumaca de escándalo.
Tan bueno estaba que unas italianas que lo vieron nos suplicaron que les diéramos un poco y fuimos generosos con ellas. Tras descartar la idea de ir a Anantapur a ver a Vicente Ferrer por diferentes motivos, decidí quedarme en Delhi, aunque me negue desde un principio a permanecer en el gueto para mochileros de Paharganj. Me parecía patético y una perdida de tiempo estar todo el día entre imitaciones baratas de Bob Marley y Jesucristo superstar, así que decidí hacer algo diferente y me instalé en la mini habitación de mi amigo Ravi que es un chico indio de 20 años de Bihar, estudiante de español en la Universidad de Delhi.
Nos conocimos a través de internet y como el necesitaba practicar español y yo un lugar en Delhi en el que alojarme llegamos a un acuerdo inmediato. Como quise aprovechar el tiempo al máximo compaginé mi “labor docente” con clases particulares de inglés para mi, con una señora de lo mas fina llamada Fatima Lobo y que a pesar de su nombre no era musulmana, sino una católica de Goa casada con el manager de Hotel Radisson y recomendad por mi, ya amiga Isabel de la embajada de España. Así que aquella semana fue de lo mas variada y productiva, pasando de la caótica residencia de estudiantes a la paz y el lujo de Defence Colony donde cada día y durante dos horas Fátima me esperaba para conversar en inglés mientras el mayordomo nos servía un tang de naranja con cubitos en bandeja de plata. ¡Así es la India!.
La experiencia con Ravi inolvidable aunque previsible. No tuve un solo momento de intimidad durante el tiempo que estuve con él. No solo porque la mayoría de los indios no conocen dicho concepto (normal cuando desde pequeños duermen 4 en la misma cama!), sino porque además era como la mona del circo; venían estudiantes a verme continuamente. Eso si, no me dejaron hacer ni el huevo, hasta me traían el te con leche a la cama a las 7, y yo que odio la leche a tragar como un bendito porque cualquiera decía nada…pero me alegro mucho de haber tenido la oportunidad de vivir esa experiencia porque es el tipo de cosas que te permite conocer algo mas de la realidad del país y que como simple turista se encuentra fuera del alcance. No solo aprendí el repertorio de tacos en Hindi (que soy incapaz de repetir porque la lengua tiene tela) sino que hasta compartí la pena de una pobre chica con el corazón partio porque su futura suegra la había repudiado al pertenecer a una casta diferente a la de su hijo…
This is INDIA too!!. Se pasó dos días llorando como una loca y los amigos la trataban de consolar con un cariño que no había visto nunca antes. Los matrimonios concertados y las castas siguen a la orden del día y por mucho tiempo, a pesar de que India sea pionera en informática y que la gente de clase media (la clase media mas numerosa del mundo!!) sea de lo mas moderna. Son las contradicciones de un país que a pesar de sus estereotipos me sigue fascinando.
El viaje en tren desde Delhi a Benarés fue de lo mas placentero porque nos pusieron a los cuatro guiris del vagón juntos en el mismo compartimento. Sinceramente no nos importó demasiado dejar en un segundo plano la experiencia cultural y que además ya conocíamos de compartir el vagón con una familia india. Cuando se trata de dormir y descansar que mejor que la flema anglo nipona de quienes iba a ser nuestros compañeros de viaje.
Era mi segunda visita a Benares y la experiencia fué tan emocionante o mas que la primera. El aire mistico que se respira en esta ciudad es único. Tan místico como apestoso, porque es quizás la ciudad mas guarra de toda la India (ya os podeis hacer una idea!!). No es que huela a carne humana quemada, como algunos dicen; os aseguro que mi olfato es muy bueno y por mas que me he esforzado en esta ocasión, no he conseguido distinguir dicho olor del omnipresente y característico olor de la India, mezcla de pis, fruta podrida, incienso, mierda de vaca y que se yo…al margen de lo dicho, disfrutamos de la ciudad sagrada alojados en un Guest House con mucho encanto que nos recomendó Isabel. Estaba justo encima del Ganges en un Ghat cercano al de Malikarnika (donde se llevan a cabo las cremaciones) y las vistas desde la habitación eran espectaculares, sobre todo al amanecer porque por la noche era imposible asomarse a la terraza sin que los mosquitos te comieran vivo. Otra forma menos romántica de morir en la ciudad sagrada de Benarés.
Para quien no lo sepa, Benarés o Varanasi es una ciudad muy importante para todo Hindu pues consideran que si al morir tus cenizas son esparcidas en el Ganges rompes el ciclo de las reencarnaciones y alcanzas el Nirvana. Es un lugar de peregrinación para muchos que desean morir aquí, así que no es solo un lugar sagrado sino un lugar de muerte. Pero como casi todo en la India, la muerte no la conciben como nosotros (en un sentido tan trágico), se vive como lo que es, un proceso natural en la vida de todo ser humano como comer, envejecer, follar etc., asi que no es de extrañar ver a cientos de personas acercarse cada mañana al amanecer a las orillas del Ganges (Ghats) para llevar a cabo su ritual de purificación.
Tan simple como unas zambullidas en el río acompañadas de un lavado de dientes y bajos mientras la corriente arrastra restos de algún cadáver que las llamas no han podido consumir. Es lo fascinante de la India, como lo más sagrado espiritual o místico convive con lo más mundano y terrenal. No hay prejuicios de tipo escatológico como en Occidente. Que te ven el culo desde el tren mientras cagas?, que les importa!, no es algo natural?….No tienen la carga de la asepsia que ”sufrimos” nosotros y aunque os pueda sorprender os aseguro que he visto la belleza entre la mierda. De verdad, no estoy bromeando!, Bueno dejando de lado el tema escatológico sigo con…. Bueno otro dia os cuento mas sobre Calcuta donde estamos esperando a que nos den esta tarde el visado para Bangladesh!. Hola a todos!, llevamos ya casi un mes en India y es verdad que desde que pusimos un pie en este pais no he escrito demasiado.
Quizás es la fuerza que desprende este lugar que te sumerge de lleno en el y te impide hacer otras cosas.. o tal vez es que estoy en una etapa diferente del viaje en la que he dejado de ser un espectador a formar parte de los lugares en los que me encuentro??. No lo se; de cualquier modo os aseguro que no me he fumado ningun porro ni estoy rollo mistico, simplemente es algo que percibo desde que llegamos a la India. Bueno, os cuento detalles?.
Como sabeis Fernando esta en España para acudir a la boda de su hermano y yo llevo una semana solo es New Delhi. Los motivos por los que descarte ir a ver a VIcente Ferrer fueron varios: en primer lugar Anantapur esta en el quinto conyo como para ir y volver en una semana. Las semanas previas Fernando y yo nos pegamos un tute importante. En segundo lugar porque tras Afganistan mi concepto de las ONG es tan pésimo que estoy todavía replanteandome el tema y en tercer lugar y aunque sea una chorrada no puedo olvidar el hecho que (y como se suele decir: lo se de buena tinta) la ultima vez que Vicente Ferrer estuvo en España viajo en primera clase a costa de la fundacion, que pago 80 mil rupias por el billete, lo cual es una fortuna!!! y con solo la diferencia entre ese billete y uno en turista se podrían hacer infinidad de cosas en este pais…no me parece justo!, y mas cuando ese dinero procede de familias o personas con muy buena intencion y en su mayoria de clases medias o media baja que les supone un esfuerzo!…
Maria lo siento, pero tenia que decírtelo, ahora tu decide lo que quieras hacer. Simplemente es mi opinión, de todas formas aunque se pierda una cantidad mayor o menor siempre hay algo que le llega a quien lo necesita o a los ninyos y eso no se puede negar!…es cuestión de valorarlo y ser consciente de ello para evitar desengaños…
yo es que a veces sigo siendo un poco romántico y/o gilipollas y me dan rabia estas cosas…. Bueno, otro dia os cuento mas historias con los estudiantes uno de los cuales era mariquita y al calarme quiso hacerse el fino y presentarme a las monyas mas chic de la ciudad con toda su buena intención…y me pegue un harton de reír porque los personajes no tenían desperdicio…os lo cuento en el próximo texto ok? que me estoy muriendo de calor porque cada día hace mas calor aqui. Manyana llega Fernando y nos iremos a Venares direccion Calcuta.
La verdad es que tengo ganas de salir de Delhi!!. Hola desde el calor mas infernal en lo que llevamos de viaje. Ayer llegamos a Calcuta desde Benares y parece que nos hemos sumergido de lleno en el verano indio. LA VERDAD ES QUE LA INDIA NO DEJA INDIFERENTE A NADIE. A nosotros nos encanta el país pero nos llegamos a cansar de la gente. Sobre todo viniendo de Oriente Medio la diferencia es abismal: son muchísimo más exagerados, pesados y ruidosos (parece que se tragan altavoces) comparado con la pulcritud, higiene y educación de los árabes y de los iraníes. Los trenes de la India por cierto parecen el camarote de los hermanos Marx en “Una noche en la Opera”.
En un compartimento de 6 pax se meten 25 y se quedan tan anchos, aparte de los niños que se te suben encima y de la gente que pasa cada 2 segundos pidiendo limosna y vendiendo todo lo habido y por haber. Pero son una buena forma de conocer el país. Por otro lado es un pais inundado de turistas que graciosamente están todos cortados por el mismo patrón: colgados espirituales occidentales buscando algo que no encuentran en sus países de origen. Además, aunque hemos conocido a gente sincera e incluso hemos dormido en alguna casa invitados desinteresadamente, gran parte de los indios en las zonas turísticas ven al turista como un dólar con patas y no paran de agobiarte para venderte hasta a su madre.
Esto no quita para que sea un país fascinante. Y la riqueza cultural que atesora es inigualable. Además la comida es espectacular, incluso en el norte abundan los menus vegetarianos que son típicos del sur del país.