SHANGHAI

Voy a China por tercera vez, aunque es mi primera visita a Shangai, el tercer y mas pujante ombligo del mundo. 18 millones de habitantes hormiguean en el centro financiero y económico de un país que crece desde hace tiempo a un ritmo estratosférico, y que pronto será la primera economía del mundo. En China cerca de 1.400 millones de habitantes se reparten en un país 19 veces más extenso que España. Shanghai se asienta sobre la desembocadura del río Yangtze, el tercero mas largo del mundo y la costa que mira al Mar de China y, mas lejos, Japón y Taiwán. Un enclave privilegiado con un activo puerto que facilita desde hace siglos el comercio marítimo y el contacto con el exterior.

Metrópolis laboriosa, limpia, organizada, segura, abierta, madrugadora, con enormes contrastes y una intensa historia reciente, sofisticada y tradicional, cruel con los débiles, amable con el visitante. Shanghai ofrece mucho al viajero, que puede pasar semanas callejeando por sus intrincados longtang (barrios cerrados) repletos de shikumen (casas bajas) o paseando por el barrio francés, por West Nanjing Road o por el Bund, perdiendo el equilibrio antes los futuristas rascacielos de Century Avenue y Pudong, viajando en el moderno metro y el tren Maglev, pecando en las pastelerías, atreviéndose en los puestos de comida callejeros, perdiéndose en el barrio antiguo o abriéndose paso por el centro de arte Tian Zi Fang. El parque Century, la plaza del Pueblo (People´s Square) y alrededores, los lujosos centros comerciales y las tiendas de imitaciones, un paseo por Jing´an, la alegría, humildad y vivacidad de su gente, la iluminación  nocturna repleta de mil colores, la tecnología. Todo esto convive con la polución, los empujones y escupitajos, las contradicciones de un capitalismo radical cuando choca con la vieja escuela comunista, la ausencia de librerías y bibliotecas, un Internet capado y la ausencia de medios de comunicación extranjeros, la dificultad para comunicarse en inglés, y no digamos, en chino (mandarín). Precios baratos en taxis, hoteles y restauración, los populares KTV (locales de karaoke), las sensación de ser muy alto, las canciones azucaradas, la pasión por el teléfono móvil, el intenso turismo interior…

Podría escribir decenas de páginas sobre Shanghai, que como un musculoso y gran adolescente busca la madurez necesaria para demostrar al mundo su lugar en primera fila. El poder político está 1.200 kms al norte, en Beijing. Sin embargo, el poder económico y financiero está detrás de los cristales que inmóviles miran las barcazas navegando silenciosas en los meandros del río Huangpu.

Los medios de comunicación y un amigo que vive cerca, en Suzhou, me han convencido para recorrer la mitad del mundo (17 horas de vuelo) para experimentar de primera mano la mayor mutación que vive nuestra generación: el desplazamiento del poder hacia el Este. China pronto será el país más importante social y económicamente. Ya es el más poblado. A pesar de la falta de libertad e incapacidad de ejercer el poder blando, este país será la referencia para nuestros hijos o nietos. Creo que hablar chino es tan importante como estudiar varios años de carrera universitaria. Aquel que hable español, inglés y chino y esté dispuesto a moverse, será dueño del mundo.

Hablar y escribir el mandarín es un autentico reto. No sólo los caracteres (sílabas) son totalmente ajenos a cualquier referencia que tengamos, sino que además hay decenas de miles de ellos. Es como si nuestro abecedario tuviera más de 20.000 letras. Por si fuera poco, una misma palabra escrita puede significar 4 o 5 cosas dependiendo de la entonación.

La época dorada

Antes de seguir hablando se esta fascinante ciudad, permitidme contar un cachito de historia, sólo la que considero mas interesante.

Shanghai aporta un turbulento capítulo a la historia de China. Desde muy pronto su puerto comerciaba intensamente con Inglaterra. En el siglo XIX la balanza comercial era deficitaria para los británicos, así que estos decidieron aprovecharse de la pasión oriental por el opio. Shanghai se convirtió en un gran puerto de entrada del narcotizante, y en pocos años se creó una ciudad de trueque y drogas que atraía miles de inmigrantes europeos. Recibió el nombre de Paris del Este y Puta de Oriente. Tras perder los chinos las Guerras del Opio y con la firma del tratado de Nanking en 1842 que liberalizaba la importación de opio, muchos de sus habitantes terminaron en un diván fumando la pipa que adormece. Ricos y pobres, sin diferencias de clase. Sin embargo, los ricos vivían como príncipes y los pobres se revolcaban en la inmundicia. Enormes desigualdades, riquezas y excesos atrajeron extraños personajes de todo el mundo. Artistas, músicos, mafiosos, prostitutas, playboys, empresarios, caza-recompensas, mano de obra barata, nobles arruinados, vividores… Sus clubs nocturnos se hicieron famosos en Europa y Estados Unidos. Otras consecuencias del Tratado de Nanking fueron obligar a China a la apertura al comercio sin restricciones de cinco importantes puertos en la costa este del país, la cesión de Hong-Kong a los británicos hasta 1997 y el diseño de un status privilegiado para los europeos y norteamericanos que se asentaran en este Far West oriental. Los 80.000 occidentales que recalaron en la ciudad se repartieron en tres concesiones: la británica, la francesa (aún en pie) y la americana (hoy Hongkou).

El comercio de opio y té fue gradualmente sustituido por textiles, finanzas, seguros e inmobiliarias. La masiva entrada de divisas hizo que Shanghai se convirtiera en una de las primeras ciudades de Oriente en disfrutar los inventos modernos: calles iluminadas a gas y poco después con electricidad, coches, cines, tranvías y en los últimos años de esplendor, autobuses.

Pero el ocaso comenzó cuando el pueblo chino se alzó por primera vez contra la dinastía Qing en una revuelta, que regía los destinos del país desde 1644. Es la revuelta de Taiping, la más sangrienta de la historia y liderada por Hong, un loco-visionario pseudo-cristiano. En ella murieron 20 millones de chinos. Sus seguidores atacaron varias veces Shanghai, pero los europeos formaron un cuerpo de mercenarios que repelieron los ataques. Mientras tanto, el resto del país estaba en llamas, y cientos de miles de chinos se refugiaron en la seguridad de Shanghai, generando un crecimiento urbano desorbitado.

Aumentaba el odio al extranjero invasor, que humillaba una y otra vez al orgulloso pueblo chino. Esta animadversión dio lugar a otra revuelta: la Rebelión de los Boxer, que los europeos y sus aliados japoneses volvieron a repeler. A principios del siglo XX cayeron los Qing, y todo el país se sumergió en el caos, mientras Shanghai seguía floreciendo.

En 1910 la ciudad ya tenía un millón de habitantes, además de cines, artistas, capitalismo e intelectuales. La colonia extranjera estaba creando una ciudad a su medida, donde los criminales campaban a sus anchas y evitaban ser apresados moviéndose entre las jurisdicciones o barrios estancos que formaban un reino de taifas repleto de vicio y excesos. Como era de esperar, tanto descontrol y desigualdad creó un movimiento subterráneo entre los mas desfavorecidos, que sólo esperaban el momento oportuno para golpear un sistema creado por extranjeros. En estos años surgió la primera traducción del Manifiesto Comunista.

En 1921 Mao Tse Tung asistió a la primera reunión del partido comunista en una casa  de la Concesión Francesa. En 1925 los británicos dispararon sobre una manifestación pacífica, lo que dio lugar a otra manifestación con más de 150.000 descontentos. Este fue el principio del fin de la presencia europea en Shanghai. Poco después, en otra manifestación, Chiang Kaishek, aliado con el poder europeo, disparó sobre la multitud, asesinando la friolera de 5.000 manifestantes. La matanza degeneró en más caos y en los días recordados como el Terror Blanco, que terminaron con la vida de 12.000 comunistas.

 

A pesar de tantas turbulencias, Shanghai había alcanzado su clímax, asemejándose a las metrópolis europeas, con más rascacielos que cualquier otra ciudad de Asia y tres veces más habitantes que Londres. No hay más que pasear hoy en día por el Bund para intuirlo. Los judíos que huían de Europa, los rusos que escapaban de la revolución bolchevique, los japoneses que buscaban aprovecharse de su fuerza y un status privilegiado… Aún en las primeras décadas del siglo XX era un hervidero de etnias y centro de comercio.

Pero el declive era inevitable. Como respuesta a la invasión japonesa en los años 30 los aviones chinos bombardearon por equivocación zonas extranjeras de Shanghai. Sólo pretendían expulsar a los numerosos colonizadores nipones. Pero sorpresivamente, los europeos no presentaron batalla y decidieron huir de la ciudad. Al final, los japoneses ganaron la guerra, pero el glamour había desaparecido. A principios de los años 40, durante la 2da Guerra Mundial, los pocos europeos del bloque aliado que aún permanecían se marcharon de esta ciudad moribunda, controlada por los nipones, ahora enemigos.

Esta breve y parcial (en el tiempo) historia de Shanghai me ha hecho comprender el por qué de la autosuficiencia y aislacionismo actual de China. Consideran que han sido humillados durante demasiados años por las potencias extranjeras, y quieren desarrollar su propio sistema social, político y económico sin interferencia exterior.

Este hartazgo se refleja en otros detalles: los chinos hablan muy poco inglés, tienen un acceso limitado a Internet (no hay Facebook o Youtube), la prensa y televisión extranjera brilla por su ausencia, la literatura no china es escasa, el yuan no fluctúa en los mercados internacionales de divisas y da lugar a superávit exagerado en la balanza de pagos, mientras los sueldos y costes se mantienen artificialmente bajos.

Aún con estos inconvenientes y el déficit de libertad, creo que la reciente trayectoria de China es una historia de éxito económico. Cientos de millones de personas han salido de la pobreza a través de una extraña gestión capitalista-marxista. Shanghai es el más claro ejemplo. Jinmao Tower, World Financial Center, Century Avenue, centros comerciales de lujo,  restaurantes de alta cocina, potentes coches, ejecutivos encorbatados, McDonalds por doquier, fiebre por los móviles, boutiques europeas, pasión por el dinero, escasa cobertura social y sanitaria… Pocas cosas encajan en la imagen preconcebida que tenemos del comunismo.

No sabemos si el ininterrumpido crecimiento de la economía y enriquecimiento de la población llevará en algún momento a una mayor apertura política.

Estamos en una ciudad mas tranquila de lo que imaginaríamos a priori. Hay menos atascos que en una gran ciudad española. Pocas veces he visto el metro abarrotado. Hay taxis suficientes y los autobuses ofrecen asientos libres. Las gigantescas estaciones de tren, especialmente la de Hongquiao, pueden ser tan grandes como la T4 de Madrid. En los restaurantes suele haber sitio sin reserva previa. Para tomar un tren o avión hace falta reservar con antelación. Los cines están vacíos porque son muy caros (unos 7 euros). En los bancos deberás esperar una cola de media hora para cambiar dinero. A menos que el guardia de seguridad tras guiñarte el ojo te regale un numero de turno más bajo. Aconsejo sacar dinero del cajero, en cantidades superiores a 100 euros. Cobran una comisión de entre 2 y 4 euros por extracción.

Movilidad

Es sistema de transporte público es muy bueno, sobresaliendo el metro. 11 líneas que cubren la metrópoli como una red. Comparado con el de Shanghai, el metro de Nueva York parece una madriguera de topos.

Nada mas llegar al aeropuerto, y por unos pocos euros, tienes la opción de dirigirte a la estación de West Gaoke Rd. (a 25-30 kms) en el tren Maglev, el más rápido del mundo. Encaramado a un monorraíl y a través de un innovador sistema de levitación magnética alcanza la friolera de 431km/h. Observas en una pantalla instalada en cada vagón como va subiendo al velocidad poco a poco. Mejor tomar el Maglev a partir de las 17.00 h. Durante la mañana y primera hora de la tarde “sólo” alcanza los 300 km/h.

Mi intención antes de viajar era alquilar o comprar una bicicleta al llegar. Pero desistí por tres razones: Shanghai es demasiado extensa, no está permitido acceder al metro con bici y los shanghaineses estan desechándolas a favor de los miniscooters eléctricos.

En el largo pasillo del aeropuerto que te conduce al Maglev aconsejo comprar la Transportation Card, una tarjeta prepago que vas recargando a voluntad y te permite usar una buena parte del transporte público. Busca en las estaciones un plano del metro. Ojo, cierra a aproximadamente las 22.00/22.30. Escribe Shanghai en Google Maps y te aparecen todas las líneas

También www.urbanrail.net/as/shan/shanghai.htm

Un detalle importante y afortunado es que la señalización y megafonía del transporte público es bilingüe mandarín-inglés.

Mi consejo para moverse es complementar metro con taxi (son VW Santanas y cuestan poco dinero) o autobús (modernos y rápidos), y añadir paseos por algunos barrios.

Los barrios más populares son: Concesión Francesa, Bund, Pudong/Century Avenue, Old Town y Hongkou.

Si sales en excursión a los pueblos, podrás moverte en los tradicionales rickshaws a pedales.

Shanghai es una de las ciudades mas seguras que conozco. He caminado de noche por calles que pondrían los pelos de punta, sin embargo, no he sentido peligro.

Sorprendentemente, si buscas algo de silencio y paz, lo encontrarás en el metro y autobús.

En el metro los españoles leemos, escuchamos música o charlamos, los japoneses duermen y los neoyorkinos miran al vacío. En Shanghai juegan con el móvil en silencio. Pero la paz se rompe bruscamente cuando suena, y debes  prepararte para escuchar una conversación a gritos. De pie en el vagón, mirando desde arriba las cabezas morenas, tienes la sensación de medir más de 1,85.

En el metro de Shanghai tuve una de las experiencias más conmovedoras que he vivido en un transporte público. La mendicidad está prohibida y no hay músicos ni artistas pidiendo ayuda. Sin embargo, en una ocasión una mujer joven modestamente vestida recorrió mi vagón arrodillándose delante de cada pasajero y pidiendo limosna. Temía el momento en que llegara a mi asiento. Tras repetir el rito con otros, lentamente se puso de rodillas delante de mí, con la cabeza baja. La levantó y me miró con un gesto difícil de olvidar, mientras imploraba algo. En ese momento escuchaba en mi Ipod el Back to Black de Amy Winehouse. No fui capaz de mirar a otro lado. Resistí la tentación de dar y seguí el ejemplo de los demás pasajeros. Frunciendo los labios le indiqué que no habría moneda. Sin insistir, se levantó y continuó regando y humillándose ante los demás pasajeros. Aún tengo grabada esa expresión.

Si tu vuelo sale temprano por la mañana, ten cuidado. El Metro abre a las 6 y tarda una hora y media en llegar al aeropuerto. Un taxi te costará entre 12 y 20 euros.

Alojamiento

Uno de los mayores atractivos para el viajero es el módico precio de los hoteles. Desconozco por cuanto salen los de 5 estrellas, pero los intermedios y económicos son muy baratos. Yo me instalé cerca de la clausurada Expo 2010, en Pusan Road. Este moderno y nuevo hotel de la cadena Jinjiang Inn cobra unos 20 euros por noche, y el hotel Beststay, que comparte vestíbulo en el mismo edificio, unos 5 euros menos. Una habitación para 3 con litera y cama cuesta 16 euros.

www.jinjianginns.com/english.html

Los hoteles de máxima categoría son muy muy lujosos y vale la pena colarse para husmear. No te pierdas el Grand Hyatt, situado en el tramo más alto (el lobby está en la planta 56) de la maravillosa Jinmao Tower. Ya que estas allí, te tomas una copa en el Cloud 9, dominando la ciudad desde el piso 88.

A la hora de elegir hotel, aconsejo que esté no demasiado lejos de una estación de metro. Posiblemente harás el trayecto dos o más veces al día.

Teléfono/Internet

Si te quedas en el país más de dos semanas, llamas a casa a menudo o quieres usar Internet en el móvil, aconsejo que compres una tarjeta SIM prepago en una de las numerosas oficinas de China Mobile. La atención es buena, aunque rellenarás un par de formularios que te servirán como sábanas. Para que la SIM funcione, debes haber liberado tu teléfono. Lleva una carga mínima de 200 yuan (unos 20 euros), y se recarga comprando en cualquier kiosco o tienda una tarjeta con clave que se descubre al rascar. Marcas la clave en tu móvil y recuperas crédito. Es bastante más barato que usar tu tarjeta española. Enviando un SMS te informan del saldo restante.

Para visitar

Hay que seleccionar bien. Son demasiadas opciones para tan poco tiempo.

Sugiero seleccionar a través de la web algunos recorridos por los barrios más representativos (mencionados arriba). Sin prisas; debes ir parando tranquilamente en cada lugar que te llame la atención y disfrutar. Una buena selección de paseos la ofrece la guía Shanghai de Lonely Planet. También puedes informarte en una oficina de turismo.

Algunos lugares que me han gustado especialmente para pasear o visitar:

  1. Pudong y sus rascacielos.
  2. Un paseo por el Bund cuando se pone el sol. Podrás contrastar las dos edades de oro de Shanghai.
  3. El barrio francés (French Concession), y dentro de él, la zona de artistas Tian Zi Fang (Taikang road).
  4. Comer en las callejuelas que flanquean Yuyuan Gardens.
  1. Tomar una copa en el Cloud 9 en Jinmao Tower o en lo más alto del World Financial Center (el abrebotellas).
  2. People´s Square y sus museos
  3. Century Park y Century Avenue
  4. El mercado de falsificaciones en la estación de metro de Museum of Science and Industry (cerca de Century Park). Prepárate para regatear. Encontrarás de todo y saldrás emocionalmente agotado.
  5. Un crucerito por el río Huangpu
  6. Caminar descubriendo por las callejuelas de algunos shikumen o barrios cerrados. Busca los bares y casas de té en el de 1029 West Nanjing Road (WNR)
  7. Centros comerciales. En WNR y Pudong son particularmente lujosos. En los patios de comida (food courts) de la planta sótano se come bien y variado por poco dinero. El que más me gustó fue el de Westgate Shopping en WNR.
  8. Si vas en grupo, no dejes de acudir a un KTV; karaoke chino y entretenimiento nacional. Disfrutarás de uno de los momentos mas divertidos del viaje.

Algunas cosas a tener en cuenta.

La trampa para turistas “tren en Bund Tunnel” no vale la pena. Caro, corto y poco interesante.

En People´s Square, Bund y otras zonas muy turísticas algún chin@ con buen aspecto te pedirá que le hagas una foto. ¡Cuidado! Querrán charlar contigo (usando el manido, where are you from?). Después te llevarán a tomar un té y el restaurante te presentará una cuenta de 100 euros por consumición. Si no tienes dinero, te acompañaran amablemente a un cajero.

Yuyuan Gardens y las concentraciones de tiendas de falsificaciones son zonas de derribo y acoso al extranjero para venderte algo.

Te paso un truco para espantar moscones que te persiguen: mientras caminas sin mirarles y después de decirle con educación que no te interesa lo que te ofrecen y si aún continúan siguiéndote, ponte cualquier objeto a la altura de la oreja por la que te gritan. Notarás que se dan media vuelta y desaparecen.

Fuera de casos puntuales, China es uno de los países no occidentales en los que el turista es más respetado. Nada que ver con India, Egipto o algunas zonas de Marruecos. Ojo: al comprar un reloj falso, haz que te introduzcan en el cuartito donde están los de mejor calidad. Si compras uno por menos de 25 euros, posiblemente dejará de funcionar en una semana. No pagues más de 60, a no ser que tengas garantía de que te venden calidad.

Es sorprendente pero, que yo sepa, nunca han intentado cobrarme de más en ninguna tienda o restaurante. Igual que en los chiringuitos españoles en Agosto, jeje.

Impresiones y consejos.

De manera desordenada me gustaría transmitir sensaciones, opiniones y sugerencias a partir de lo que he visto en esta ciudad segura, joven, ordenada y optimista.

-Los chinos suelen mostrar una actitud de admiración y curiosidad hacia el viajero/turista occidental. Son amables y solícitos cuando pides ayuda.

-Las marcas y cánones estéticos occidentales son referente para el consumo y los jóvenes aspiran a imitar ciertas formas de vida y costumbres de los occidentales y japoneses. Sin embargo, tienen una cultura milenaria, orgullosa pero aislada del exterior.

-Son pacíficos, habladores, gregarios, poco individualistas y sonríen con facilidad. No he visto una sola discusión. En un caso observé charlar animadamente mientras esperaban a la policía a los conductores de dos coches que acababan de chocar.

-Tienen un espíritu colectivo encomiable: más de una vez pasarás por delante de un establecimiento público, tienda u hotel y verás a los empleados uniformados y perfectamente alineados mientras reciben las instrucciones de su sargento –digo- supervisor.

-A muchos aún les falta algo de civismo: no entienden sobre espacios privados y en lugares concurridos te empujan o se te echan encima sin pudor. Hay que alejarse mucho de las ciudades para encontrar paz y silencio.

-Los medios de comunicación extranjeros (canales TV, periódicos, revistas) escasean y la población habla muy poco inglés. No es fácil obtener respuestas cuando estas perdido, incluso cuando llegas a la recepción de un hotel o pides comida en un restaurante. Creo que es una forma en la que el Partido Comunista Chino mantiene al pueblo alejado de la perniciosa influencia occidental.

-Muchas direcciones de Internet están bloqueadas. La mayoría de los chinos no parecen sufrir por la censura. Ojos que no ven, corazón que no siente. No suelen ser conscientes de las restricciones a la información o detenciones de activistas. Está por ver si el enriquecimiento del país les llevará a la democracia. Yo tengo mis dudas. Sacrifican la libertad a cambio de trabajo, seguridad y disciplina, aunque insisto, no parecen sufrir por ello. Reconozco que no he estado en China el suficiente tiempo para detectar una corriente de fondo o sentir profundo, auque he notado que les resulta incómodo poner la política sobre el tapete.

-Es interesante ver a las madres o parejas con un solo niño. Difícilmente verás a una familia de más de dos padres y un hijo. Sin embargo, en las ciudades está permitido tener un segundo hijo si el primero es una niña. En el medio rural o poblaciones pequeñas pueden tener dos hijos. Nacen más niños que niñas, en una proporción de 6 a 5. La población es aún joven, aunque está envejeciendo rápidamente por las restricciones en la natalidad.

-En las escasísimas librerías sólo he encontrado material editado en China. Incluso la literatura extranjera escrita en otros idiomas está impresa allí. Los títulos son escasos y suelen tratar temas como invierta y hágase rico, obras clásicas resumidas, lecciones de inglés. Posiblemente existen bibliotecas públicas, pero no las he visto.

-Las autoridades monetarias han mantenido un yuan devaluado para que sus productos compitan en el exterior, y resisten la presión de EEUU. Como consecuencia, los precios son muy bajos, excepto los lugares dedicados al recreo o alojamiento de extranjeros. Ve donde van los chinos y no solo entenderás mejor como viven y piensan, si no que también ahorrarás mucho dinero.

-La forma de divertirse de la juventud ya la desearían muchos países europeos: no necesitan beber alcohol, sustituyen discotecas y estimulantes por un buen rato cantando karaoke en los hoteles para cantar o KTV (os aseguro que lo pasan bien) y yendo en pandilla a cenar. Suelen respetar el descanso de los demás…

-Sin embargo, me ha costado acostumbrarme al feo hábito de escupir en cualquier lugar o de colarse sin pudor. Si quieres experimentar en directo la presión demográfica, el jaleo y algunos empujones, ve a visitar el pabellón de China, único abierto tras la clausura de la Expo 2010. Una espera de dos horas que no vale la pena.

-Sólo en mi tercer viaje a China he comenzado a percibir las diferencias físicas entre chinos y japoneses. Los chinos tienen facciones más rectilíneas y caras menos redondas que los nipones. Además, suelen ser muy delgados, no se les cae el pelo ni les salen canas.

-La gastronomía es escasa en grasas y abundan los restaurantes de cocinas regionales. Antes de venir debes aprender a comer con palillos, ya que salvo cuando te pongan un plato con arroz, no verás una cuchara. El tenedor y cuchillo son objetos poco conocidos. Se come muy barato. En los puestos callejeros (lo recomiendo) te quedarás satisfecho con auténtica comida china, y todo por menos de dos euros. En un McDonalds el menú cuesta entre 2 y 3 euros. Verás numerosos restaurantes de comida rápida china con estética McDonalds, y terminarás eligiendo el plato que aparece en la fotografía.

-Abundan los puestos de zumos, té y batidos, muy sabrosos y baratos. No te preocupes por las potenciales amenazas a tu aparato digestivo: son locales higiénicos, bien iluminados, modernos y que dan la sensación de seguridad.

Para desayunar, al contrario que en Japón, es fácil encontrar una pastelería con cruasans y café. Aprende a pedirlo en mandarín: kafeigua. Café con leche: naa tie.

-Otras palabras útiles: Nijao (hola) y xixie (gracias) y tsao an (buenos días). Dushaotien (¿Cuánto cuesta?) o duibuchi (disculpeme) vendrán bien saberlas. No te frustres si no aprendes nada de chino en los días o semanas que vas a estar allí. Es un idioma enormemente complicado, con miles de caracteres que se trazan según su significado y con entonaciones inasequibles para nuestro oído. Una misma palabra puede entonarse de 5 maneras con 5 significados distintos. Eso sí, el día que aprendas bien este idioma, serás el rey del mambo (al menos, en los negocios). Cuando pretendas preguntar algo en inglés, acércate a los jóvenes bien vestidos con aspecto de estudiantes. Entre los mayores no encontrarás respuesta, aunque sí voluntad de ayudar.

Había leído sobre el boom inmobiliario en China y decidí informarme un poco. A pesar de que el sueldo medio es bajo (unos 400-500 euros/mes), los pisos en las zonas nobles de la ciudad son caros. El m2 en los pisos de Pudong con vistas al río sobrepasa el precio por m2 en los mejores barrios de Madrid o Barcelona. En esta zona los compradores son de Hong Kong o Taiwán. Si tuviera que comprar o alquilar en Shanghai, me iría a vivir en uno de los rascacielos residenciales que rodean Century Park. Es como vivir en la Quinta Avenida a la altura de Central Park, pero sin taxis amarillos y con impuestos municipales y gastos de comunidad más bajos. El m2 es más asequible. Los edificios y las vistas, espectaculares. En China comprar es complicado para un inversor extranjero, ya que necesita un año de residencia antes de escriturar. Si vende antes de 5 años, pagará un 23% de impuesto de plusvalía. Si vende después de 5 años, solo abona un 6%. Un joven agente me decía: Speculation is no good, my friend.

Los KTV (karaokes)

Es un fenómeno nacional entre que arrastra a adolescentes y jóvenes. Los keitivi parecen casas de citas: recepción con empleados uniformados y pinganillo en la oreja, mármol, lámparas de neón, largos pasillos acristalados en los que se mezclan ruidos ensordecedores que se escapan salones numerados, pequeños y grandes, con capacidad para 3, 6 y 12 personas, azafatas que llevan y traen bandejas con palomitas frías y zumos baratos, humo de tabaco, y grupos que se divierten en cada sala. En los KTV más populares hay que reservar con antelación. Una azafata te guía por un laberinto de pasillos con salas, hasta que llegas a la que te han asignado (por ejemplo, la 629: planta 6 habitación 29). En tu cubículo todo es moderno y limpio, con uno o varios sofás de cuero falso, una mesa baja de formica sobre la que reposan dos micrófonos inalámbricos, paredes con cristal y plástico imitando estuco, luces de colores en el techo y en la zona central, una o dos grandes pantallas de TV. A su derecha, una pantalla táctil clavada en un pedestal. En esta pantalla encuentras un menú con cientos de canciones, que puedes buscar por tipo de música (disco, romántica etc), por cantante o grupo, o directamente tecleas la canción. En la pantalla aparecerá el videoclip original si está disponible. Si no lo está, prepárate para soportar a una y otra vez a chicas occidentales supuestamente guapas con peinados horteras paseando solas y sin rumbo por un parque o puerto deportivo. Mientras suena la canción, la chica mira al infinito, mesándose el pelo una y otra vez con gesto melancólico, como si su novio la hubiera abandonado recientemente. Es insoportable.

A los chinos les encantan las canciones lentas y azucaradas, tanto locales como extranjeras, y se saben las letras al dedillo. Son muy populares las canciones en castellano Vamos a la playa y Quizás, quizás. Cantan bien porque practican con frecuencia. La primera vez que cogí el micrófono y abrí la boca, se miraron unos a otros con cara de no saber donde meterse. Afortunadamente, los cristales de la sala no llegaron a resquebrajarse. Al final, golpecitos en la espalda y un en la próxima seguro que te sale bien. Hala, pásame el micrófono.

Si os vais de China sin haberos reunido en estos centros nacionales de entretenimiento, os habréis perdido una parte importante de su cultura.

Badminton

Es el deporte nacional. De origen chino (por fin un deporte de origen no británico) es una mezcla entre voleibol y squash. Se juega en una pista con red parecida a la de voleibol de dimensiones más pequeñas y entre 2 o 4 jugadores, con una ligera raqueta y una media esfera de goma (pluma o mosca) del tamaño de una bola de ping-pong. La otra mitad son varias plumas que frenan el vuelo. Se golpea con seco y con la muñeca, y el punto termina cuando la pelota toca el suelo. Es más difícil de lo que parece, y puede ser extenuante. El truco para ganar está en posicionarse bien en la pista para no correr demasiado. Lo digo por referencia, ya que me han zarandeado en pista más que a un garbanzo en la boca de un viejo desdentado.

ALREDEDORES

La red de trenes de alta velocidad que crece desde Shanghai es impresionante. Te comunica en un periquete con zonas cada vez mas alejadas. En los fines de semana o vacaciones hay que tener cuidado al adquirir los billetes: conviene comprarlos con antelación, ya que el turismo interior es muy popular y la gente huye en hordas. Evita fechas complicadas cuando vayas a visitar Suzhou, Tongli, Zhujiajiao, Hangzhou o Nanxun.

Aconsejo tomarse un día para al menos visitar alguna de estas poblaciones, recorridas por canales y sembradas de jardines, flanqueadas por grandes lagos y en algunos casos por el Gran Canal, el mas largo del mundo (1.800 kms). Sus habitantes, las costumbres y la estética urbana te conectarán con la China rural, más auténtica. Shanghai, con sus rascacielos, prisas y centros comerciales poco tiene que ver con los casi 1.400 millones de chinos. Más de la mitad vive en ciudades.

Hay que recorrer largas distancias para escapar del asfalto. La vorágine constructora crece poco a poco como una mancha de aceite con forma de Leviatán que devora pueblos, huertos y campo. Por ejemplo, entre Suzhou y Tongli (ambas a mas de 80 kms de Shanghai y a 35 kms una de otra) no hay un solo km2 rústico. Todo es asfalto, fábricas, semáforos y cruces.

Pero estos pueblos y ciudades atesoran barrios memorables, con casas de madera que cuelgan sobre una intrincada maraña de canales, calles peatonales por las que se camina despacio, bazares y tiendas donde venden de todo, puestos callejeros con recetas sencillas, gente amable y sonriente, jardines escondidos, pagodas en ruinas, adoquines y tablones de madera que crujen, puentes, viejos que pescan, verde, flores. Cuando te aventuras lejos de las rutas transitadas, encontrarás paz y susurros.

SUZHOU

No por hablar al final de Suzhou es menos. A 85 kms al este de Shanghai algunos la llaman la Venecia de Oriente. No es para tanto, pero no hay duda de que acumula jardines de ensueño y canales por doquier.

Una importante razón de mi visita a China era cumplir la promesa que hice a mi amigo Gonzalo. Algún diría iría a verle. Vive desde hace tiempo en Suzhou y ha encontrado aquí su sitio. No desea estar en ningún otro lado. Este lugar llena su espíritu, y desde hace poco, también su corazón. Estudia mandarín y escribe un libro sobre China. Está recorriendo el país provincia por provincia. Algún día leeremos sus agudas observaciones y profundas reflexiones.

La interminable hospitalidad de Gonzalo me ha permitido conocer de cerca como se vive el día a día. Hemos ido a la universidad y almorzado en sus comedores, he conocido a su novia y a sus amigos, me programó una charla sobre viajes ante los alumnos de español de la Escuela Internacional (por cierto, cuanta disciplina e interés entre los estudiantes). También me ha prestado una de sus bicicletas y he pasado varios días recorriendo los canales, lagos y zonas aledañas (como Mudu y Tiger Hill), hemos ido un par de veces en pandilla a desfogarnos en un KTV, me ha reservado una habitación en su hotel (Bay Yi – 100 Happy, curioso nombre), donde vive como un marajá por 15 euros al día, me ha pegado una paliza jugando al badminton, me ha paseado por apartados recovecos y callejuelas, por pocos euros hemos cenado en cualquier mesa, me ha mostrado la cara mas positiva de esta cultura y su gente, sus inquietudes y su rutina, se ha esforzado para que comprenda las bases de la escritura y la entonación (misión imposible) y me ha presentado a estudiantes extranjeros que me contaron su lucha diaria para aprender el idioma. Pero lo más importante, en pocos días me he sentido querido por un grupo de personas muy diferentes, que no hablan mi idioma, a miles de kms de mi hogar.

Gonzalo, siempre de negro, culto, organizador, solitario, minimalista, gran viajero y escritor, sensible y nervioso. Sinófilo y enamorado de todo lo que suene o huela a oriental. No tiene intención de marcharse, aunque me ha confesado que quiere conocer Japón. Agradezco su dedicación y que haya soportado a ese rabo de lagartija que soy.

Suzhou es la ciudad de los jardines y los canales. Insisto en que conviene evitar los días de vacaciones o fines de semana. Como mínimo, dos o tres días serán necesarios.

Sus exquisitos jardines son retiros privados y zonas adyacentes a grandes mansiones cuya función era buscar el relax y facilitar la meditación de sus propietarios; burócratas, burgueses y nobles. Construidos a partir del siglo XI, son todos muy parecidos entre sí, para un viajero lego como yo. Están salpicados de estancias, pasillos abiertos, pasarelas, estanques, miradores y recovecos. Buscan crear una sensación de amplitud creando espacios separados. Considérate privilegiado si visitas un jardín evitando las ruidosas masas que fotografían de todo lo que (no) se mueve. Recomiendo visitar la pagoda y los jardines de Tiger Hill, y los Jardines del Maestro de las Redes y los del Administrador Humilde (Humble Administrator). Un paseo y un té de flores en la calle Pingiang Lu.

También aconsejo echar una tarde en las calles peatonales del bullicioso centro, repletas de modernas tiendas, KTVs, restaurantes y sitios animados.

En esta ciudad es difícil encontrar taxis libres, por lo que si tu hotel está en la zona antigua de la ciudad, es buena idea alquilar una bici para desplazarte con libertad y mezclarte con los locales, pedaleando sin rumbo por las calles empedradas que flanquean los numerosos canales. Si hace un día soleado, no dejes de dar la vuelta en bici al lago Jinjihu.

Notarás que cuando sales sólo un poco de las rutas turísticas habituales, los occidentales llamamos la atención y, entre risas, se acercarán para fotografiarse cerca de tí.

Poco después de mi regreso a España, y tras leer mis cavilaciones sobre Suzhou, Gonzalo me escribió estas sentidas y descriptivas líneas:

Manolo, se ve que te ha gustado la experiencia del viaje a China. Ya te dije que Suzhou evoca, conmueve, convoca.  

            Y yo sigo persiguiendo en bici ese Suzhou recoleto y complaciente.

            Vagando por sus canales que semejan hidras, y que hienden el corazón de una ciudad esquiva y recelosa a una modernidad que amenaza la poética de una villa milenaria y eterna.

            Deteniéndome en sus puentecitos, para contemplar con la mirada perdida y absorta el alma,  los atardeceres que nos brindan los cielos y la amable brisa de esta tardia primavera.

            Extasiado en mi lento caminar por sus calles  flanqueadas de árboles en galeria que te acunan; árboles que semejan brazos … y abrazos; longuíneos y frondosos, con sus ramas ubicuas, con sus danzas de sombras y penumbras; esos árboles que te guarnecen de la dulce providencia de los rayos del sol; árboles que se frisan, que se acarician; árboles que te acarician, dulcemente, despaciosamente, eternamente.

Un abrazo, Gonzalo.

TONGLI

Es una excursión muy recomendable desde Suzhou, a 50 minutos en autobús. El antiguo centro de la ciudad es un laberinto de canales y vetustos casones de madera convertidos en tiendas y restaurantes. A pesar de las hordas de turistas chinos, con un poco de esfuerzo y perdiéndote por algunas callejuelas podrás retroceder al modo de vida en las estas poblaciones tan influenciadas por el agua. Vale la pena pasar aquí un día.

No vale la pena ir a Mudu, atractiva y antigua, pero demasiado pequeña y desbordada de turistas chinos.