MONGOLIA | NADAAM

El verano es tiempo de fiesta, especialmente durante el festival de Nadaam, en Julio. Se conmemora la independencia sobre China en 1911. Durante tres días los mejores hombres y mujeres, niños y niñas compiten en varias disciplinas ligadas a ancestrales tradiciones ligadas a la supervivencia y a la naturaleza.

Durante estos tres días llenos de vida Hatgal, desértica y triste, se transforma en un hervidero de gente ataviada con vestimentas elaboradas y coloristas: ellos con botas de cuero terminadas en pico hacia arriba, elegantes abrigos de fieltro de colores oscuros, pañuelos atados a la cintura y exóticos sombreros cónicos con solapas, terminados en punta. Ellas visten más modestamente, con telas y sedas de colores y pañuelos anudados en la cabeza.

Mi salud no era la mejor, y me pasaba casi todo el día con dolorosos retortijones gástricos, consecuencia del radical cambio de dieta y de beber más airag de la cuenta.

En la explanada principal de Hatgal docenas de hombres jóvenes y no tan jóvenes luchan cuerpo a cuerpo, en pareja y agarrados por la cintura, jadeantes y vigilados de cerca por atentos árbitros que se agachan apoyándose sobre las rodillas. Tras varias rondas, los invictos acceden a la gran final, que se convocará con gran ceremonia. Las victorias parciales son celebradas por el victor con un vuelo de águila de brazos extendidos rodeando varias veces un estandarte clavado en el suelo, copia del que utilizaba Genghis Khan en sus batallas. Nunca olvidan al primer gran Khan y sus descendientes, que crearon en los siglos XII y XIII el imperio más extenso jamás conocido.

Una espectacular disciplina de Nadaam es la de carreras de caballos. Agrupados en categorías, los niños y niñas de Hatgal  participan en varias carreras. La más larga y popular son los 50 kms campo a través. Los descendientes de los que hace siglos fueron los mejores jinetes del mundo galopan sin montura durante más de dos horas a lomos de sus pequeños pero robustos y resistentes corceles. Antes de la salida, cientos de personas se agolpan ordenadamente en cada extremo de una larga línea de caballos nerviosos. Los padres apuran los últimos minutos cerca de los minúsculos jinetes, que no suelen sobrepasar los cinco años de edad. Algunas madres esperan en la multitud, temerosas u orgullosas. A la hora indicada y con ceremonia aparece un hombre extrañamente ataviado, y alzando el brazo al cielo dispara desde un pequeño podio. Una caótica salida y docenas de jinetes se pierden en el horizonte dejando atrás una nube de polvo. Tras muchos minutos de angustiosa espera aparecen en el horizonte, espoleando con rabia sus caballos extenuados, como si fueran los primeros metros. Un equino de ojos desorbitados se desplomó y murió a escasos metros de la línea de llegada. Se dice que los mongoles aprenden a cabalgar antes que a caminar.

La tercera y no menos popular competición es la de tiro con arco. Para llegar al campo de tiro me subí en un jeep de 5 plazas. Aunque parezca mentira, con una pierna aquí, una mano allá, un codo en la cara, una oreja estrujada, conseguimos acomodarnos 17 personas (ni una menos) dentro del vehículo. Diez tiros, y quien consiga la mejor puntuación es merecedor de uno de estos pequeños y valorados caballos. Además obtiene la bendición del delegado político de turno, el respeto de todos los congregados y prestigio ante sus futuros nietos. Los ganadores en lucha libre y carreras a caballo reciben premios similares.

Como apoteosis final, en el establo más grande de la aldea se improvisó para la noche del tercer y último día de Nadaam una sala de fiestas. Multitud de jóvenes se congregaron para beber y bailar la Macarena de Los del Río, vomitada a todo volumen por un pequeño, polvoriento y destartalado reproductor. Cuanta alegría. Casi todos bebían vodka o airag y a medianoche muchos yacían en el suelo, borrachos como cubas. Yo no podía ser menos, y la exhibición de tambaleante baile que dimos el campeón de lucha y yo no tuvo ningún desperdicio, según me enteré la mañana siguiente.