MONGOLIA | GEOGRAFIA E HISTORIA

Este pais cuya superficie triplica a la española se desangró durante las emigraciones del siglo XX, cuando por las durísimas condiciones de vida, 3,5 millones de personas, más de la mitad de la población, se trasladaron a Rusia y China. La conjunción de tanta tierra y tan poca gente produce la densidad de habitantes más baja del planeta (1,8 habitantes por km2).  Casi la mitad de los mongoles son nómadas: los clanes se trasladan con sus gers (gran tienda de lona desmontable) varias veces al año en busca de las mejores condiciones para la supervivencia de su segunda prole, formada por caballos, corderos, cabras, yaks y ovejas. En el Sur, la prole son los camellos. Del ganado obtienen alimento, ropa, bebida y hasta combustible. Dicen que los niños aprenden a montar a caballo antes que a caminar. El 40% de la población tiene menos de 14 años.

Los mongoles se rigen antes por las reglas de su clan familiar que por las leyes y autoridades estatales. Viven íntimamente conectados a la naturaleza, su familia y sus animales. Son tolerantes, pacientes y están acostumbrados a la dureza de su devenir nómada, y sobre todo, al intenso frío y el largo invierno. Se desplazan por las estepas en cualquier estación del año, incluso bajo intensas nevadas. La nieve comienza a caer en septiembre y se funde en Mayo.

Después de Kazajstán, es la segunda nación más extensa sin acceso al mar. Mongolia es también uno de los países más elevados del mundo, con 1.600 metros de altura media. Su aislamiento, aprisionado entre Rusia y China, y la escasa afluencia de turistas, hace que los espacios naturales (montañas, estepas, desiertos, lagos etc.) continúen casi intactos. La mayor parte del país vive lejos del acelerado desarrollo de Asia y occidente. En Mongolia el visitante disfruta de un espacio ecológico maravillosamente virgen.

El budismo tibetano es la religión mayoritaria. En 1921 vivían aquí 110.000 lamas. Como ya hicieron los chinos en Tíbet a mediados del siglo XX, los rusos destruyeron cualquier referencia religiosa. Tras su retirada pacífica quedaron en el país poco más de mil religiosos. Solo treinta de los 700 monasterios sobrevivieron una destrucción sistemática. A pesar de tanta desdicha reciente, lo mongoles están entre la gente más hospitalaria que he conocido.

Los orígenes de Mongolia son muy remotos. En el Desierto de Gobi se han encontrado los restos que Roy Chapman no consiguió encontrar: homínidos de hace medio millón de años. Desde antaño la escasa población se ha desplazado a caballo o caminando, sin asentarse permanentemente. Sus habitantes pronto destacan en la doma de estos equinos casi enanos, yaks y camellos.

Las batallas entre mongoles y chinos empiezan antes de Cristo. Para protegerse de las frecuentes invasiones de los siempre belicosos mongoles la dinastía china Quin comenzó hace 2.200 años la construcción de la obra más larga y costosa de la historia: una gran muralla que totaliza unos increíbles 6.700 kilómetros de longitud. Su construcción costó la friolera de  dos a tres millones de vidas humanas. La dinastía Ming tuvo que asentar en la muralla a más de un millón de hombres para proteger China de las periódicas y devastadoras invasiones mongolas.

Varios siglos después, Atila y sus hombres arrasaron los restos del decadente y maltrecho imperio Romano, miles de kilómetros al Oeste. Pero curiosamente, Atila sólo buscaba en Occidente nuevas tierras para su pueblo porque las crueles hordas mongolas les empujaban desde el Este.

En 1.162 nace Genghis Khan, que con sólo 20 años consigue unificar a los belicosos clanes rivales de la zona. Mata a su hermano, se proclama Gran Khan y lanza contra Rusia y China 200.000 rápidos y ágiles arqueros a caballo. La crueldad de su ejército es legendaria: no quedaba piedra sobre piedra y no se tomaban prisioneros. Genghis arrasaba con todo lo que le oponía la más mínima resistencia.

Entre él y sus descendientes directos edificaron sobre sangre, destrucción y terror el imperio más extenso de la historia, desde Polonia hasta Corea y desde Siberia hasta el Golfo de Omán y Vietnam. Las conquistas de los tres Khan ocuparon unos escalofriantes 33 millones de km2, o el 22% de la superficie terrestre del planeta. Genghis murió en 1.227 al caer de su caballo. Para mantener secreto el lugar de su tumba, antes de morir dio instrucciones para que mataran a todos los componentes de su cortejo fúnebre, e incluso a aquellos que se tropezaran con la caravana funeraria. Aún no se ha encontrado su tumba.

Ogodei continuó las conquistas de su padre. Llegó hasta Hungría. Estaba dispuesto a arrasar toda Europa. Las hordas no conocían límites. Los orgullosos europeos, amedrentados por el tamaño de las hordas y las leyendas sobre su extrema crueldad, estaban dispuestos a deponer las armas sin luchar. Pero se salvaron milagrosamente cuando los generales tuvieron que regresar a Mongolia con urgencia para elegir al sucesor del difunto Ogodei.

Así entró en la historia Kublai Khan, nieto de Genghis. Con Kublai el imperio alcanzó su mayor extensión, antes mencionada. El interés de Kublai estaba en el Oriente. A pesar de que sus hordas a caballo volvieron a traspasar la Gran Muralla china y fundó Beijing, con Kublai comenzó la decadencia del imperio. Perdió varias batallas seguidas. Primero contra los Mamelucos en Egipto, después en Java, y por último, dos tifones que destrozaron su enorme flota hicieron fracasar dos intentos consecutivos de invadir Japón. En el año 1.400 vuelven a comenzar las batallas entre clanes y tribus mongolas. El imperio se desintegró.

Cambiaron los papeles y ahora es China la que invade cruelmente Mongolia. En 1911 la dinastía china Qing se resquebraja y concede una magnífica oportunidad a los mongoles para su independencia.

Sin embargo en 1921, tras la revolución bolchevique de 1917, las tropas zaristas en retirada invaden Mongolia. Los mongoles piden ayuda a los bolcheviques, que tras expulsar a los zaristas, deciden quedarse e imponer a la fuerza el sistema comunista (¿no nos recuerda esto a la invasión francesa?), aniquilando la empresa privada y cualquier vestigio de religión budista. En 1990, tras la Perestroika, los rusos se retiran voluntariamente y dejan tambaleándose a un país cuya economía depende de Rusia.

Sin combustible, sin piezas de repuesto, sin materias primas, sin universidades, sin científicos, sin subsidios… todavía hoy Mongolia sufre los coletazos devastadores de una dependencia absoluta que duró más de medio siglo.

La inflación es de doble dígito. Aunque no esté reconocido oficialmente, el desempleo sobrepasa el 50%. No se si se puede llamar desempleado a un nómada que cuida y mueve continuamente un gran número de animales. Me pregunto como el Gobierno se arregla para medir el empleo en una economía de subsistencia. Pensándolo bien, creo que las encuestas de población activa en España tampoco están mucho más cerca de la realidad.

La renta per cápita es de algo más de 2.500 euros en Ulan Bataar y desconocida en las zonas rurales. Se sabe que más del 30% de la población vive con menos de un euro al día. Desde 1990 Mongolia vive de las donaciones de países occidentales, de un escaso sector agrario y de las exportaciones de carbón, cobre, minerales, pieles, cachemira y piel de oveja.

El sistema político es una república parlamentaria unicameral y se rige por una constitución promulgada en 1992. En elecciones democráticas se elige a los 76 diputados que a su vez nombran a los miembros del gobierno. El presidente es elegido por sufragio directo. Su posición es simbólica, aunque tiene derecho de veto. En el poder se alternan el Partido Revolucionario Popular, próximo al comunismo y único partido hasta 1990, y el Partido Demócrata, de ideología liberal. En el parlamento (unicameral) o Gran Khural del Estado los comunistas han recuperado el poder en 2008. Sin embargo, desde 2009 el presidente Elbergdorj es del partido opositor. Una difícil situación política.

Amanece y pronto vendrán Battsegseg y sus compañeros de trabajo. Debo irme antes de que me pillen…

En unas semanas enviaré la próxima crónica.