UNA CIUDAD DE CONTRADICCIONES

El turista o viajero extranjero que venga a Tokio con algún prejuicio, es posible que quede perplejo, como me ocurrió a mí.

Enumero algunas contradicciones o contras que en mi ignorancia he llegado a considerar como inconsistencias:

La pausada y metódica ceremonia del té contra el ritmo frenético sobre el asfalto de la gran urbe. La histórica belicosidad del nipón contra el trato exquisito y dócil en las relaciones personales. Los templos budistas o zen en cualquier lugar contra los rascacielos de tiendas y oficinas de la calle Ginza. Disneylandia y la popularidad de la comida basura contra la sanísima dieta japonesa. Los mejores fabricantes de coches (con permiso de los alemanes) contra un excelente y masivamente utilizado transporte público. Adoración a las marcas de moda europea contra la vigencia y prestigio social del kimono. Admiración de las facciones caucásicas modelos europeos contra escasa integración de los occidentales. Idéntica corbata oscura y camisa blanca en ejecutivos y oficinistas contra colores y estética punk, tatuajes y piercing en los adolescentes. Ni una colilla en la calle contra cucarachas en las habitaciones. Alta preparación intelectual contra aceptación social de comportamientos machistas. Iniciativa individual contra frecuente intervencionismo estatal. Hiper-competitividad en la escuela y entre alumnos contra inmensa capacidad para trabajar en equipo y acatar órdenes. Autocontrol y rectitud durante el día, alcohol a mansalva de noche. Actitudes humildes, formalismo y admiración por el estilo de vida occidental contra elevado orgullo nacional y salvaguarda de las tradiciones. Emperador con carácter semi-divino contra continuos escándalos de corrupción en los políticos. Buena organización y elevada capacidad de trabajo contra interminable recesión económica. Yakuza o mafia nipona* con más de cien mil componentes contra una de las policías más eficaces del mundo.

*La Yakuza obtiene sus ingresos a través del crimen de guante blanco, normalmente el juego. Los crímenes en Japón suelen limitarse a ajustes de cuentas entre los propios representantes de la mafia nipona.

Supervivencia de ritos y mitología tradicional contra elevada cultura cibernética. Organización y metodología contra caos en la numeración de las calles y planificación urbanística*.

*No hay numeración en los portales. Aparentemente, las casas en Tokio están subidas una encima de otra y nadie se ha devanado los sesos organizando el trazado de las calles. He visto pocas avenidas. Tengo una agobiante sensación de falta de espacio. Viven en minúsculos apartamentos y casitas. Un hogar de tres habitaciones es un auténtico lujo. Tanta calidad de vida, y tan poco tiempo y espacio…

El metro de Tokio es el sistema de transporte público más eficiente y bien organizado que conozco. No he visto a los funcionarios “empujadores” de pasajeros que aparecen en nuestros telediarios. No parecen necesarios. Sin embargo, en horas punta va más que abarrotado. Los japoneses tienen una increíble capacidad para quedarse dormidos en cualquier lugar, sentados, mirando hacia el techo y la boca abierta, de la que cae un hilillo de baba. Los vagones pueden parecer un dormitorio colectivo con camas de fibra de vidrio.

En contra de la creencia de muchos, pienso que el nipón no es más productivo por su intensidad o esfuerzo. Simplemente le dedica más horas a su trabajo, es más disciplinado y organizado y está educado para trabajar en equipo, manteniéndose fiel a su empresa muchos años. Es frecuente ver a un ejecutivo varón de cualquier edad que, tras una larga jornada, sale a divertirse con sus compañeros de trabajo sin quitarse la corbata. Va a tomar copas en bares o discotecas y no para de hablar de trabajo. Llega a casa borracho, a medianoche, cuando su familia ya duerme. A las ocho de la mañana estará, imperturbable, sentado en su puesto de trabajo.

Muchos estudiantes preuniversitarios se machacan en su adolescencia para acceder a una universidad prestigiosa. Una vez conseguido el objetivo, pasan cinco o seis años estudiando poco y planificando con esmero su futuro profesional.

A partir de la treintena, los varones japoneses parecen huir ciegamente hacia adelante para terminar una hipotética reconstrucción de su adorado país, y buscan recuperar el orgullo de una nación destruida y humillada en la Segunda Guerra Mundial. Muchos parecen no enterarse que la reconstrucción ha terminado, y sacrifican su vida y familia por un trabajo  castrense, desangrando su alma, sin saberlo, por y para su empresa y nación.

Basta de filosofar. Volvamos al viaje.

Mi plan era utilizar Tokio como escala previa para acceder a Micronesia. Dicen que las islas de Guam, Palau, Yap y Chuuk son las mejores del mundo para bucear. Pero he tenido que olvidarme de esta etapa: las tarifas aéreas desde Tokio son prohibitivas. Un billete de avión a Micronesia cuesta casi tres mil euros. Debería haber hecho escala en Corea o Hong Kong. Mañana vuelo a Australia, donde espero quedarme un mes, y después continuar la singladura del gran océano hacia el este, visitando Nueva Zelanda y conociendo algunas islas del Pacífico Sur.